200 docentes dejaron de lado sus vacaciones para darle clases a chicos vulnerables que se anotaron en la universidad
El mes de enero, para cualquier docente, significa descanso, horarios flexibles, tiempo para la familia y, para quien pueda, viajes. Pero un grupo de ellos eligieron renunciar a sus vacaciones para...
El mes de enero, para cualquier docente, significa descanso, horarios flexibles, tiempo para la familia y, para quien pueda, viajes. Pero un grupo de ellos eligieron renunciar a sus vacaciones para darles clases a jóvenes de zonas vulnerables del interior del país. Son chicos que no tuvieron acceso a una educación secundaria de calidad, lo que los puede hacer fracasar en sus intentos de seguir una carrera universitaria. Son chicos de bajos recursos que gracias a una beca sostienen el sueño de estudiar en la facultad.
“Hace un año escuché en la radio una entrevista a Manu Lozano (presidente de la Fundación Sí) en la que hablaba de un programa para que chicos de parajes rurales y pueblos muy pequeños puedan ir a la universidad”, cuenta con una sonrisa Juan Nieves, ingeniero mecánico y gerente de proyectos en una consultora porteña y continúa: “En la entrevista, Manu convocaba a docentes y profesionales que quisieran sumarse como voluntarios para dar clases de apoyo. Y me anoté, porque me encantó el proyecto. Me ofrecí a dar clases de matemáticas”.
Juan, junto a 200 docentes y profesionales que donaron su tiempo, pasaron los 31 días de enero en un campamento ubicado en La Plata, donde se alojaron casi 200 jóvenes que viajaron de distintas provincias para participar del CBSí. Así se llama el curso intensivo con el que la Fundación Sí busca que los chicos becados para ir a la universidad vean los contenidos mínimos e indispensables para poder enfrentar el primer año de cursada. Es que la mayoría de esos jóvenes se gradúan en escuelas secundarias en las que faltan docentes, algunas materias no se dictan y escasean los recursos materiales.
Durante enero, Juan terminaba de trabajar a las 15 y salía para el campamento de La Plata, Necesitaba llegar puntual a las 16. A esa hora lo esperaban 33 estudiantes que lo escucharían durante cuatro horas hablar de “trigonometría” o “variables”, términos que nunca habían oído en sus escuelas, pero que serán determinantes para adaptarse a la cursada en las carreras que eligieron seguir.
“Mi mamá es de Ingeniero Jacobacci, en Río Negro, y por eso entiendo mucho a estos chicos, porque sé lo que se sufre el desarraigo y vivir lejos de la familia”, dice Juan, que también es tutor en la residencia de CABA, una de las 26 que la fundación tiene a lo largo de todo el país para que los chicos puedan hospedarse cerca de la facultad en la que van a estudiar. Ahí mismo tienen garantizada la comida y los materiales que necesitan para estudiar.
El CBSí nació como una idea de dos voluntarias de la fundación que eran docentes y pudieron ver que las enormes carencias de conocimientos en Matemáticas y Física los hacía fracasar en las carreras científicas. “El primer CBSí se hizo en 2023 y era sólo para dar clases a los 83 jóvenes que se habían anotado en carreras de Exactas”, explica María de Jesús Espil, voluntaria del programa, y añade que “era tanta la avidez de conocimientos que esos chicos tenían, que ese mismo mes tuvimos que convocar más docentes de apoyo para acompañarlos también durante las noches, porque nos hacían preguntas que los voluntarios no podíamos responder”.
Así fue como se acercó a la fundación Luciana Carullo, que es docente de Matemáticas en dos escuelas porteñas. No dudó en dejar sus vacaciones de lado, en enero de 2023, para sumarse como voluntaria del CBSI. En 2024 y 2025, directamente eligió quedarse a dormir en el campamento todo el mes. “El convivir con ellos te acerca de otra manera. Entendés todo lo que dejan de lado y la valentía que tienen para venir a un lugar que no conocen, con gente que no conocen, y seguir una carrera lejos de su familia y comunidades”, dice la docente y se le quiebra la voz al hablar .
Luciana tiene una hija de 11 años que durante el CBSí solía visitarla en el campamento y se quedaba algunos días con ella. “Cuando les tomamos las evaluaciones presenciales, antes de iniciar el CBSí”, sigue Luciana, “algunos nos dicen que no tienen Matemáticas desde 2022 y se sorprenden al ser reprobados porque en sus escuelas eran abanderados”.
Durante el campamento, los casi 100 estudiantes de Matemáticas y Física que reciben clases, mañana y tarde, dan parciales todas las semanas, los que no son excluyentes y sólo sirven para evaluar avances. “Es muy floja la formación secundaria con la que llegan”, agrega y aclara que las razones tienen que ver con que “faltan los docentes y los aprueban igual, además de que en muchas escuelas rurales hay aulas multigrado, donde se nivela para abajo”.
Carullo, como muchos docentes que llegan al CBSí, es voluntaria de la fundación y coordinadora de la residencia de Tucumán. Cada una de ellas alberga entre 20 y 50 jóvenes que estudian y viven allí durante el tiempo que dure su carrera, cumpliendo un plan de metas y con la condición de no trabajar, de forma que puedan graduarse en tiempo y forma, y dejar su espacio a nuevos estudiantes.
Luego del primer año de experiencia, el CBSí amplió su oferta. “Notamos que muchos jóvenes fracasaban y abandonaban el proyecto por falta de herramientas en la expresión escrita”, dice Brenda Aguirre, psicoanalista y voluntaria de la fundación desde 2020. “Había mucha deserción”, agrega, “no se presentaban en los exámenes, decían que no se sentían preparados para afrontar los primeros parciales o desaprobaban y dejaban el proyecto. Por eso, decidimos que lo que hacíamos con las Ciencias Exactas había que replicarlo con las Ciencias Sociales”.
Aguirre trabaja como psicoanalista y tiene su consultorio en la ciudad de Buenos Aires, pero eso no le impidió vivir durante todo enero con los estudiantes y voluntarios del CBSí en La Plata. Es la Coordinadora del Área de Ciencias Sociales, además de tener a su cargo la residencia de Catamarca. “Fue un gran desafío identificar qué herramientas necesitan los chicos para salir de una secundaria con déficit en los contenidos. Para eso, armamos dos cuadernillos: uno de redacción y otro de técnicas de estudio”, explica y confirma que los resultados de los alumnos que cursaron el CBSí en 2024 fueron mucho mejores gracias a eso.
El 2025 ofreció aún más cambios. “Con el feedback de los chicos, supimos que también les gustaría tener materias relacionadas con sus propias carreras”, explica María de Jesús Espil y sigue: “Por la mañana, tuvieron técnicas de estudio y redacción y, por la tarde, los agrupamos en materias afines a las carreras elegidas”.
Los docentes y voluntarios para el CBSí son convocados en septiembre de cada año, a través de redes sociales y medios de comunicación. “Al revés que con los chicos, que los conocemos recién al final del proceso de selección”, sigue Espil, “a los voluntarios y docentes los citamos a una primera reunión en la que les contamos del proyecto, su dinámica y el compromiso que significa”. De los 600 que se presentaron este año, un poco más de 200 fueron los que finalmente se comprometieron con el proyecto.
Juan Manuel Pomar es uno de ellos: este contador de 39 años también conoció el programa al escuchar a Manu Lozano en la radio. Enseguida llamó al teléfono de contacto que el director de la fundación dijo al aire. “Me atendió Manu directamente”, cuenta. Se sumó en 2024 para dar clases de contabilidad, pero lo hizo pocos días porque estaba a punto de nacer su hijo. Pomar, docente universitario desde hace muchos años, se conmovió mucho este verano al convivir más tiempo con ellos, porque él también es del Interior, de General Roca, y llegó a Buenos Aires a los 18 años para estudiar.
“Nuestros alumnos son todos los que estudian Economía, Administración de Empresas, Finanzas y Contabilidad”, detalla Pomar, que junto con 11 profesores dieron clases todas las tardes, de 16 a 20, para que se familiaricen con conceptos técnicos que nunca antes habían escuchado. “Me podía quedar hasta las 12 de la noche dándoles clases y ellos también querían seguir. Había que mandarlos a dormir porque están en ese punto en el que están aprendiendo, siguiendo su sueño y no los para nadie”, dice Pomar.
Pero el CBSI no sólo convocó a gente nueva. También formaron parte de él voluntarios que están hace muchos años como tutores en las residencias que la fundación tiene en todo el país. Mariela Vivona es licenciada en Educación y docente de Pedagogía. Llegó hace 10 años para ser tutora de un joven becado por la fundación que estudiaba Ciencias de la Educación. Luego, acompañó durante los últimos cinco años a otra joven de la residencia de Resistencia, que acaba de graduarse. “Ahora somos colegas”, dice la docente y sigue: “Viajé hasta allá en diciembre, un día antes de su graduación. Tomé tres pavas de mate charlando. Su familia vive en el Impenetrable y también llegó a Resistencia y todo fue muy emocionante”.
Empezó a formar parte del CBSí cuando se abrió la posibilidad de dar Ciencias Sociales y fue la encargada de organizar los materiales de técnicas de estudio. Este año, al agruparse por carreras, tuvo a su cargo un equipo que dio materias referidas a la Pedagogía y la Didáctica para todos los jóvenes que seguirán la carrera docente. Al seguir trabajando durante enero como coordinadora de instituciones educativas, enero no fue un mes de vacaciones para ella, pero se las arregló para entrar mucho más temprano a su trabajo e irse a las 15, para llegar puntual a la cita con sus alumnos del CBSí.
“Las dificultades más notorias pasaron por la comprensión de textos y la redacción”, dice Vivona y añade: “Esto de la equidad en la educación no está solucionado y viene de muchos años atrás: dispositivos, libros, materiales de estudio en la escuela… Los chicos no tienen el mismo acceso que otros”.
Cómo ayudarSi querés sumarte como voluntario de la Fundación Sí, podés hacerlo desde este link.Cada 40 personas que se comprometan a donar $2.500 por mes, la Fundación Sí puede sostener a un estudiante en sus residencias universitarias. Si querés colaborar, podés, hacerlo desde el sitio web de la fundación.Más informaciónSi querés leer más historias que retratan la desigualdad en el acceso a la educación, podés ingresar a la serie de notas titulada “Vidas desiguales”