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Adicción al ejercicio: estos son los síntomas de alerta de este trastorno mental

El ejercicio siempre fue puerta segura hacia la salud. Se sabe que mejora el ánimo, sostiene al cuerpo y previene enfermedades. Sin embargo, en un mundo que aplaude la disciplina sin descanso y la...

Adicción al ejercicio: estos son los síntomas de alerta de este trastorno mental

El ejercicio siempre fue puerta segura hacia la salud. Se sabe que mejora el ánimo, sostiene al cuerpo y previene enfermedades. Sin embargo, en un mundo que aplaude la disciplina sin descanso y la...

El ejercicio siempre fue puerta segura hacia la salud. Se sabe que mejora el ánimo, sostiene al cuerpo y previene enfermedades. Sin embargo, en un mundo que aplaude la disciplina sin descanso y la apariencia sin pausa, ese hábito tan recomendado puede transformarse en algo muy distinto.

Lo que comienza como un intento por sentirse mejor termina convirtiéndose en una necesidad que domina la vida diaria. Es ahí cuando aparece la adicción al ejercicio, un trastorno reconocido por especialistas en Europa, quienes alertan sobre el peso psicológico que puede tener incluso en personas aparentemente sanas.

Aunque no figura como un trastorno independiente en manuales diagnósticos, su presencia dentro de la categoría de dismorfia corporal explica la raíz del problema. El foco está en cómo se ve el cuerpo, en una percepción alterada que no coincide con la realidad.

La psiquiatra Icía Nistal y la psicóloga Vanesa Fernández describen este cuadro como una batalla silenciosa donde el espejo siempre devuelve una versión insuficiente, aun cuando los demás vean un cuerpo fuerte y saludable.

Cuando el ejercicio deja de ser saludable

Una rutina equilibrada suele ser flexible. Permite descansar, adaptarse a las obligaciones y entender que el cuerpo también necesita pausas. La adicción, en cambio, no concede nada. Empuja a entrenar incluso con dolor, con cansancio acumulado o con advertencias médicas.

La práctica física deja de ser elección y se convierte en obligación. Las especialistas explican que esta conducta se relaciona con la dismorfia muscular, una preocupación constante por no estar lo suficientemente marcado.

Ese pensamiento, que va creciendo sin que la persona lo note, se acompaña de entrenamientos excesivos, dietas estrictas y, en algunos casos descritos en investigaciones internacionales, consumo de anabólicos para acelerar resultados. El cuerpo se convierte en un proyecto interminable, uno que jamás alcanza la meta.

Señales de alerta

Los primeros avisos casi siempre vienen del estado emocional. La irritabilidad cuando se suspende un entrenamiento, la ansiedad que aparece si no se cumple una rutina o la necesidad de aumentar cada vez más la intensidad son puntos que no deberían ignorarse. A veces la vida social empieza a desaparecer sin que la persona lo perciba, porque todo gira alrededor de una sola prioridad.

También hay señales más visibles. Persistir en el entrenamiento a pesar de lesiones, organizar horarios y encuentros únicamente en función del gimnasio o vivir con la idea de que el día solo vale la pena si se pudo entrenar. En algunos casos la alimentación se vuelve rígida y extrema, y se suma el uso de suplementos o sustancias que prometen aumentar volumen o definición.

¿Quiénes son más vulnerables?

No todas las personas activas están en riesgo, pero sí hay perfiles donde la vulnerabilidad aumenta. La baja autoestima es uno de los factores más repetidos en la literatura científica. También influye crecer en entornos donde la apariencia física es tema constante, donde el cuerpo se convierte en medida de valor o en motivo de presión.

Las especialistas mencionan además a jóvenes, sobre todo hombres, que participan en disciplinas de fuerza o estética. En estos espacios el rendimiento se mezcla con la imagen y se vuelve fácil cruzar el límite entre la motivación y la obsesión. Quienes tienen antecedentes de trastornos alimentarios o rasgos de perfeccionismo también entran en este grupo de riesgo.

Consecuencias y prevención

Las consecuencias físicas pueden ser graves. Las lesiones por sobreuso, las fracturas por estrés y los problemas musculoesqueléticos crónicos aparecen con frecuencia en quienes entrenan sin descanso. También se registran alteraciones metabólicas y hormonales, y complicaciones cardiovasculares cuando hay uso de esteroides. En el ámbito emocional, este trastorno se relaciona con ansiedad, depresión, frustración y la sensación persistente de no estar nunca a la altura.

La prevención empieza mucho antes de que aparezca un síntoma. Las especialistas insisten en educar sobre imagen corporal desde edades tempranas, recordando que el ejercicio está ligado a la salud y no a un canon estético. También recomiendan formar a entrenadores para identificar señales de alarma y orientar a las personas hacia atención profesional cuando sea necesario.

Las redes sociales también ocupan un lugar central en esta conversación. La psicóloga Vanesa Fernández señala que muchos creadores de contenido no son conscientes del impacto que tienen sobre audiencias jóvenes y vulnerables. La aspiración a cuerpos imposibles alimenta la comparación constante y puede profundizar la distorsión de la imagen corporal.

Volver a una relación sana con el ejercicio implica recuperar su sentido original. El movimiento debería ser un acto de cuidado y no una forma de castigo. Cuando se comprende esa diferencia, el cuerpo deja de ser un terreno de batalla y vuelve a convertirse en un espacio propio, libre de exigencias imposibles.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/cuidado-cuerpo-belleza/adiccion-al-ejercicio-estos-son-los-sintomas-de-alerta-de-este-trastorno-mental-nid02122025/

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