Alejandro Botto: parte de una familia de actores, volvió al país luego de vivir en España y trabajó con Guillermo Francella
Alejandro Botto está entusiasmado y conmovido con el estreno de Después del final, la película de Pablo César sobre la vida de Luz Fernández del Castillo, pintora, escritora, galerista y artis...
Alejandro Botto está entusiasmado y conmovido con el estreno de Después del final, la película de Pablo César sobre la vida de Luz Fernández del Castillo, pintora, escritora, galerista y artista plástica argentina, que llegó a las salas este jueves. En una charla con LA NACIÓN, el actor habla del modo en que lo influenció su tío Diego Botto, de su relación con su primo Juan Diego Botto, de su experiencia en una película que filmó con Guillermo Francella y de cómo transcurre su vida entre Argentina y España.
-¿Qué significa Después del final para vos?
-Mucho. Llegué a esta película cuando uno de los directores de casting, Leo Rodríguez, me propuso mandar un tape hablando en español. Lo hice, les gustó y me eligieron. El guion me pareció realmente una belleza que me atrapó desde la primera página. La vida de Luz del Castillo es fascinante, llena de eventos extraordinarios y me emocionó muchísimo. Interpreté a su padre, un librero andaluz al cual la película está dedicada y a quien Luz le debe la fascinación por los libros; fue quien le enseñó a leer a los 4 años y a los 7 ya hablaba de Jorge Luis Borges y de García Lorca. Su padre la marcó para toda la vida porque ella había perdido a su madre cuando era muy chiquita, a los 2 años, así que él fue toda su familia junto a su padrino, un gallego a quien su padre conoció a Buenos Aires, trabajaba en la librería.
-Es un personaje fundamental en la vida de la protagonista...
-Sí. El trayecto de mi personaje va desde que pierde a su mujer hasta que es un hombre mayor y fallece. Fue un recorrido muy lindo con un gran trabajo de maquillaje de Oscar Mullet, Esteban De Marco y Tati Russo, que me fueron envejeciendo a lo largo de la historia. Estudié, investigué, conocí a Luz, que es una artista de gran sensibilidad, y todo fue muy hermoso, y además me dio la libertad para que yo hiciera a su padre como lo imaginada. Fue un proceso muy lindo junto con Pablo César, un director sensible y maravilloso. La película es un poema sobre la resiliencia, el valor de la cultura y el legado de una artista. Es una alegría muy grande este estreno, que tiene un gran elenco con Luz que se interpreta a ella misma, Héctor Bidonde, Eleonora Wexler, Natalia Cociuffo, Lisando Carret.
-Seguramente el hecho de haber vivido muchos años en España ayudó a que te eligieran…
-Viví varios años en España, trabajando como actor, y hay mucha conexión. No me costó mucho, aunque en realidad tuve que hacer un acento andaluz y cuando trabajé allá lo hacía con acento castillo. No había hecho nunca a un andaluz y fue muy divertido.
-¿La posibilidad de trabajar en España se dio gracias a tu primo, Juan Diego Botto?
-De alguna manera, fue así. Me formé en Buenos Aires en mi adolescencia con Agustín Alezzo y luego hice televisión y teatro, y me mudé a Nueva York para seguir estudiando y allí me encontré con mi primo hermano, Juan Diego Botto. Y en ese encuentro se dio la posibilidad de viajar a Madrid y hacer un proyecto juntos. Me mudé al tiempo, trabajamos juntos y aparecieron otras propuestas de trabajo, viví un sueño que tenía ganas de vivir y me quedé siete años haciendo teatro, cine y televisión. Y en un momento tuve el deseo de regresar a Buenos Aires y volví, en el 2013.
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-¿Por qué querías volver? ¿Qué añorabas?
-Soy un gran admirador de la obra de Lorca y a mis 17 años me enamoré de una chica española y me fui tras ella, y conocí España durante algunos meses. En ese momento era estudiante de teatro y ahí se gestó el sueño de ir algún día a España, enrolarme en una compañía teatral y girar. Y logré ese sueño años después, ya siendo un actor formado. Una vez que pude vivir y sentir ese sueño, quise volver a Buenos Aires y buscar otras aventuras. Soy muy feliz acá, amo mi país, mi ciudad, y vivir afuera no es todo color de rosa. Hay cosas muy lindas, pero también sentís muchas carencias. Tengo la fortuna de tener a mis padres, a mis hermanas, a mis sobrinos y hoy los disfruto a conciencia, y valoro la calidad de tiempo que pasamos juntos, lo mismo con amigos y con esta ciudad extraordinaria a nivel cultural.
-¿Estás en pareja?
-En este momento estoy suelto, por elección.
-¿Tenés proyectos?
-Paralelamente a mi labor como actor, soy pintor y estoy pintando una serie de retratos para exponer quizá este invierno. Y hay proyectos para filmar el año que viene.
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-Tuviste oportunidad de filmar La extorsión con Guillermo Francella, ¿cómo fue esa experiencia?
-Fue una experiencia muy especial, realmente. No conocía a Guillermo, pero sí a su hijo Nicolás, porque hicimos juntos una serie y es un divino. Crecí mirando a Francella en la tele y, sinceramente, ya verlo me causaba mucha gracia porque me venían a la mente la cantidad de veces que me ha hecho reír. Estar en el set con él fue una experiencia muy linda, él es muy generoso y lo pasamos muy bien. Me llevo el mejor de los recuerdos y además la película se vio muchísimo.
-También trabajaste en muchos programas exitosos como Verano del ‘98, El elegido, Aliados, Esperanza mía, El internado en España, ¿qué recuerdos te dejaron?
-Guardo los mejores recuerdos porque fueron momentos en los que estaba aprendiendo muchas cosas del oficio. Y también guardo mucho aprendizaje y relaciones muy lindas y amistades que se fueron generando. Los actores tenemos momentos de crear familia con los elencos y muchas veces, durante el período de filmación, se llega a un punto de intimidad muy grande, y quizá después pasan los años y no te volvés a ver y cuando te reencontrás es una alegría muy enorme. Conocí gente muy linda y actores de quienes aprendí mucho. Experiencias muy reconfortantes.
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-Que hayas elegido la profesión de actor, ¿tiene que ver con tu tío, Diego Botto?
-Sí, mi tío fue el primer actor de la familia (risas). Diego Fernando Botto era hermano de mi papá y se había formado con Alezzo, por eso también así lo hice yo; Agustín era gran amigo de la familia. Diego y mi papá eran hermanos del alma, se querían muchísimo. Diego desapareció durante la dictadura militar, así que su figura estuvo muy presente en casa; siempre se habló de él, y su imagen y su recuerdo permanecen vivos en la familia. Fue una gran influencia en mí, y de chico me gustaron las historias, participar de actos escolares. Mi madre, que es muy cinéfila, me llevaba al cine y admirábamos a Robert De Niro, recuerdo. Esa pasión por el cine también se me hizo carne y recuerdo que a mis 15 años, durante una sobremesa familiar, comenté que quería ser actor. Hubo risitas de mis hermanas y mi papá me dijo que al día siguiente iba a llevarme a conocer a Alezzo. Y así empezó mi romance con la profesión que no paró nunca. Muchas decisiones de mi vida tienen que ver con mi amor hacia mi vocación.
-No compartiste la infancia con tus primos porque ellos crecieron en el exilio...
-Claro. Cuando Diego desapareció, Juan y María (también actriz) eran chicos y se exiliaron con su mamá en España. Recién los conocí en un viaje cuando hicieron a Buenos Aires, ya en democracia, en nuestra pubertad. Pero la unión de mi papá con Diego era tan grande que siempre había ganas de compartir cosas. Y en mis años en Madrid pasamos muchos momentos familiares importantes con Juan y María, además de trabajar juntos.
-¿Y el amor por la pintura también es hereditario?
-Sí. Mi abuelo paterno vino a mi casa durante un año, cuando yo tenía 9, para enseñarme a pintar y dibujar en vivo. Él era pintor y profesor de bellas artes y me hablaba de Miguel Ángel, de Leonardo, y me abrió un mundo desconocido. Recuerdo que hacíamos acuarelas juntos y fue una gran influencia para mí. Murió poco tiempo después, nunca me vio pintar y cuando hice mi primera exposición hace unos años, una serie de distintas coincidencias me hizo sentir que él estaba acompañándome. En mi casa siempre se respiró libertad y arte, y eso me marcó, sin dudas, y tuve la suerte de tener el apoyo incondicional de mis padres.