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“Chicos de la burbuja”: nacen sin sistema inmune y un pronóstico letal, pero una terapia génica les da ahora esperanzas

NUEVA YORK.– La vida de Cora Oakley corría riesgo de terminarse por un simple resfrío.Cora nació en Nueva Jersey prácticamente sin sistema inmune. Le diagnosticaron inmunodeficiencia c...

“Chicos de la burbuja”: nacen sin sistema inmune y un pronóstico letal, pero una terapia génica les da ahora esperanzas

NUEVA YORK.– La vida de Cora Oakley corría riesgo de terminarse por un simple resfrío.Cora nació en Nueva Jersey prácticamente sin sistema inmune. Le diagnosticaron inmunodeficiencia c...

NUEVA YORK.– La vida de Cora Oakley corría riesgo de terminarse por un simple resfrío.

Cora nació en Nueva Jersey prácticamente sin sistema inmune. Le diagnosticaron inmunodeficiencia combinada grave (IDCG), una rara enfermedad genética que deja al cuerpo sin sus vitales células blancas, popularizada por la película de 1976 El chico de la burbuja de plástico, interpretada por un joven John Travolta. Aunque ya ningún paciente de la enfermedad vive en una “burbuja de plástico”, la mayoría de los bebés que nacen con IDCG no llegan al año de edad si no reciben tratamiento.

“Tenés una beba que parece perfectamente sana, feliz, que va cumpliendo todas sus etapas de desarrollo –dice Chelsea Ferrier, madre de Cora–. ​“Pero no, resulta que está enferma, que no puede hacer nada, que no puede salir”.

El tratamiento estándar para la IDCG es el trasplante de médula ósea, pero cuando mejor funciona es con un hermano donante perfectamente compatible. Pero Cora fue la primera hija Chelsea, su “milagro” después de tres años de intentos y varios abortos espontáneos, así que no tenía hermanos.

En 2017, se presentó un nuevo tratamiento en etapa de ensayos clínicos: una terapia génica capaz de reparar las células madre de Cora, en vez de reemplazarlas por las de un donante. En Estados Unidos nacen anualmente unos 100 bebés con IDCG, una enfermedad que puede ser causada por más de 20 defectos genéticos. Pero Cora tenía IDCG-ADA, uno de los pocos tipos de IDCG que se está tratando con terapia de genes para restaurar el sistema inmunitario del paciente.

“Habría vendido mis órganos para que Cora entrara en ese ensayo”, recuerda su madre. Cora consiguió la última vacante disponible.

Durante décadas, la supervivencia de los bebés con IDCG dependía de la rapidez de los médicos para diagnosticar la enfermedad y de si esos bebés podían recibir un trasplante de médula ósea, un procedimiento que salva vidas, aunque suele tener graves efectos secundarios.

Pero, según un estudio publicado el mes pasado, los investigadores dieron seguimiento a 62 bebés con IDCG-ADA que recibieron terapia génica y descubrieron que, después de casi ocho años promedio, todos seguían vivos. En aproximadamente el 95% de esos niños, incluida Cora, ese tratamiento restauró completamente su sistema inmunitario.

Actualmente se están probando terapias génicas para cuatro de los 20 subtipos de IDCG y, si los primeros resultados se confirman, en conjunto se podrían tratar a dos tercios de todos los bebés que sufren la enfermedad.

“Hace 20 años esto era un cuento de hadas y hoy es una realidad”, expresa Frank Staal, investigador de células madre del Centro Médico de la Universidad de Leiden en los Países Bajos, que no participó en ese estudio.

De los trasplantes a la terapia génica

En Estados Unidos, a todos los recién nacidos se les realizan pruebas de detección de IDCG y, al poco tiempo de ser diagnosticados, los bebés que tienen la enfermedad reciben una fuerte dosis de quimioterapia y posteriormente un trasplante. Ese tratamiento destruye la médula ósea enferma y abre espacios para que se arraiguen las células madre del donante, según explica Morton Cowan, inmunólogo pediátrico de la Universidad de California en San Francisco.

Durante los siguientes seis a doce meses, la nueva médula ósea comienza a producir glóbulos blancos, lo que básicamente reconstruye el sistema inmunitario. Sin embargo, la recuperación puede ser precaria: las nuevas células a veces no reconocen su entorno y rechazan al organismo en el que se encuentran, lo que se conoce como “enfermedad de injerto contra huésped” (EICH), apunta Staal. Para prevenir ese rechazó, muchos bebés reciben medicamentos inmunosupresores, pero los deja vulnerables a mortales infecciones.

“Es una paradoja: tenemos que matar su inmunidad para que pueda desarrollar su sistema inmunitario”, señala Donald Kohn, inmunólogo pediátrico de UCLA Health, quien dirigió el nuevo estudio.

Además, otros efectos secundarios pueden aparecer con el tiempo. La quimioterapia, por ejemplo, puede provocar retraso en el crecimiento, problemas reproductivos y daño orgánico a largo plazo.

Por eso, los investigadores recurrieron a la terapia génica en busca de una opción más segura, detalla Susan Prockop, hematóloga y oncóloga pediátrica del Hospital Infantil de Boston. Dado que la IDCG es causada por un gen defectuoso, los científicos recolectan células madre de los bebés y, en el laboratorio, introducen una copia sana de ese gen, utilizando una forma inocua y desactivada del VIH como vía de transmisión. Si bien ese virus desactivado del VIH no puede replicarse, sigue siendo excelente para introducir carga genética en el ADN de las células. Esas células madre corregidas se devuelven a los bebés, donde pueden crecer y producir células inmunitarias sanas.

En este tratamiento, comenta Kohn, los bebés solo necesitan una dosis baja de quimioterapia y, dado que los médicos están reintroduciendo las células reparadas, el riesgo de rechazo o la necesidad de inmunosupresión es mínimo o nulo. Kohn señala que los bebés relevados en el nuevo estudio se recuperaron más rápidamente y con menos efectos secundarios a largo plazo de lo que los médicos suelen observar con los trasplantes de médula ósea.

Hailey Barlow, vecina de North Salt Lake, Utah, vivió ese cambio de tratamientos en su propia familia. Sus dos hijas nacieron con IDCG: la primera, Jaylee, recibió un trasplante de médula ósea en 2010 y la segunda, Hazel, recibió terapia génica en 2023.

Jaylee pasó 11 meses en el hospital recibiendo tratamiento y luego luchando contra la enfermedad de injerto contra huésped, con sus padres durmiendo en un colchón inflable al lado de su cama de hospital. Pero Hazel superó la terapia génica casi sin contratiempos –relata su madre– y pudo volver a su casa apenas un mes después.

“Ni siquiera se notaba que Hazel había estado enferma o que había recibido un tratamiento tan serio, mientras que Jaylee apenas logró sobrevivir –dice Barlow–. La diferencia entre ambos tratamientos era realmente alucinante”.

Cómo es vivir con IDCG

Incluso con el nuevo tratamiento, la IDCG es una enfermedad solitaria y aislante: mientras el bebé reconstruye su sistema inmunitario, la familia deben mantenerlo alejado de todo tipo de gérmenes.

“Los padres de pacientes con IDCG viven en estado de ansiedad permanente, porque saben que una mínima infección puede arrebatarles a su hijo”, explica Kohn.

Para Nicole Haggard, de Ventura, California, esa ansiedad es casi hereditaria: durante generaciones, la IDCG mató a la mayoría de los niños de su familia antes de que cumplieran tres meses.

La terapia génica le dio a su hijo Dezar la oportunidad de tener una infancia normal, pero su miedo de madre persistía: las visitas tenían que cambiarse de ropa en la puerta entrada al llegar, estaba prohibido ir a la plaza, y “me estresaba con cada decisión que tenía que tomar”, advierte Nicole.

A medida que el sistema inmunitario de Dezar se recuperaba, su madre se fue sintiendo más segura y el mundo conocido empezó a expandirse lentamente. Pero hasta el día de hoy, si su hijo tiene fiebre se le desatan las alarmas. “Cualquier otra persona diría: ‘Mi hijo está enfermo’ y nada más. Pero a nosotros siempre nos parece que es algo más grave”, dice la madre.

En líneas generales, la terapia génica despierta optimismo entre los médicos, pero algunos advierten que sigue siendo una terapia muy nueva. Los trasplantes de médula ósea cuentan con décadas de evidencia, mientras que la terapia génica solo tiene algunos años de existencia, destaca Richard O’Reilly, exdirector de pediatría del Centro Oncológico Memorial Sloan Kettering. Además, nadie puede asegurar que los sistemas inmunitarios reparados se mantengan durante toda la vida, y persisten las dudas sobre los posibles riesgos a largo plazo.

Tampoco está claro cuántos bebés con IDCG tendrán acceso a la terapia génica, ya que este tratamiento puede costar millones de dólares por paciente y no hay ninguna compañía farmacéutica lista para comercializarlo, explica Prockop. Por ahora, es un tratamiento que solo existe en ensayos clínicos financiados por un conjunto de organizaciones sin fines de lucro y organismos estatales, como el Instituto de Medicina Regenerativa de California. Pero esos ensayos no durarán para siempre.

“Es muy inusual que haya un trastorno que podemos curar por completo, donde el bebé nunca más presenta síntomas”, agrega Prockop, pero eso no significa nada si las familias no pueden acceder al tratamiento.

Por ahora, la vida de Cora es maravillosamente normal, describe su madre: es una intrépida niña de 8 años que quiere ser voluntaria para recibir gatitos sin hogar, y en la calle le ruega a su madre que se detenga cada vez que ve un perro solo para preguntar su nombre.

“No quiero ni pensar en lo que habría pasado si Cora no hubiera tenido esta oportunidad”, concluye Chelsea.

(Traducción de Jaime Arrambide)

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/sociedad/chicos-de-la-burbuja-nacen-sin-sistema-inmune-y-un-pronostico-letal-pero-una-terapia-genica-les-da-nid27112025/

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