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Con la mecha corta y el fuego encendido

El desgaste propio de la administración, el simple paso del tiempo o, más concretamente, los tropiezos como el del caso $LIBRA han hecho últimamente coincidir a varios encuestadores sobre la pos...

Con la mecha corta y el fuego encendido

El desgaste propio de la administración, el simple paso del tiempo o, más concretamente, los tropiezos como el del caso $LIBRA han hecho últimamente coincidir a varios encuestadores sobre la pos...

El desgaste propio de la administración, el simple paso del tiempo o, más concretamente, los tropiezos como el del caso $LIBRA han hecho últimamente coincidir a varios encuestadores sobre la posición del Gobierno: Milei puede tener todavía un respaldo importante del electorado, pero empieza a dejar atrás lo que el lugar común de la política llama “luna de miel”. ¿A quién votaría si el balotaje de noviembre de 2023 volviera a darse?, pregunta un trabajo reciente de Shila Vilker, y la respuesta es bien elocuente: Milei le ganaría a Massa, pero por menos de 3 puntos, bastante lejos de los 12 de entonces, y saca en esa segunda vuelta simulada unos 5 más que los que en realidad tiene de aprobación. Traducido: una parte decisiva de sus adhesiones se mantiene todavía por rechazo a la oposición.

Este cambio de atmósfera, por ahora acotado y relativo, envalentona a la izquierda, al PJ y al kirchnerismo. Tal vez de un modo exagerado en algunos casos, como se advierte en discursos que han pasado por primera vez en muchos años un límite: ya no hay reparos para admitir, sin eufemismos, la preferencia por que Milei no termine el mandato. Es una novedad. La plantearon esta semana, de distintas maneras y con matices, Grabois, Gabriel Solano y Guillermo Moreno. No había pasado ni siquiera durante la crisis por la 125, en medio de los cortes de rutas y cuando el propio Néstor Kirchner llegó a considerar, según testigos, la posibilidad de que él y la entonces jefa del Estado se volvieran a Río Gallegos.

Las desestabilizaciones se hacen ahora a cielo abierto. El cambio de época le agregó intensidad a la protesta del miércoles frente al Congreso, convenció a la CGT de anunciar un paro general, puso a los movimientos sociales en estado de alerta y llevó al Gobierno a reaccionar con igual dureza. “Los buenos son los de azul y los hijos de puta que rompen autos son los malos”, dijo ayer el Presidente sobre la policía en Expoagro, a donde fue acompañado por José Luis Espert y Patricia Bullrich. Dos halcones.

La ministra de Seguridad es la metáfora de este momento histórico. Tiene el perfil propio de un gobierno urgido y en minoría: su método consiste en avanzar y, si se puede, convencer. Nunca a la inversa. Como las mismas fuerzas que conduce. Como Milei.

Pero la situación pone al Gobierno frente a un dilema. ¿Aceptar las extorsiones de sectores que vienen soñando con la renuncia desde el pochoclo de Albistur o mantenerse firme y, por lo tanto, exponerse y provocar un recrudecimiento de la violencia? ¿Cuánto tiempo puede aguantar una batalla campal entre manifestantes y fuerzas de seguridad, todos los miércoles durante más seis horas, sin que termine en un desastre? ¿Y si entran en el Congreso? Es el temor de varios diputados que desde el miércoles están pidiendo el regreso de las vallas.

El Gobierno no lo descarta. Pero no parece dispuesto a dar señales que puedan interpretarse como debilidad. Al contrario: ha recabado datos que exponen a los organizadores de la protesta y los presentó ayer en una denuncia. El texto, que cayó en el juzgado de Casanello, dice tener varios municipios detectados como organizadores e incluso videos que muestran el inicio del viaje de manifestantes desde Lomas de Zamora y La Matanza.

Milei prometió ayer en Expoagro acelerar en la curva. Es su modo. Hasta ahora no le ha ido mal con el avance inconsulto. Le objetaron el ajuste, pero ya nadie discute el equilibrio fiscal, y algo parecido pasó con los cortes de calles. La dificultad aparece de todos modos en el mediano plazo y en el único tema capaz de ordenar a la dirigencia política: la economía. El mercado es sensible y exigente. Y más en una situación cambiaria frágil como la actual. No hay nada que convencería tanto a los dueños del capital como ver a la oposición y al oficialismo no disentir en el rumbo, porque ahí se juega un proyecto de país. Coinciden ahí más con Perón que con Bullrich o Milei: “Mandar es obligar, conducir es persuadir”.

Nada nuevo, en realidad. Es, después de todo, lo que la propia Karina Milei procuraba en su reciente viaje a Canadá para captar inversiones mineras, y adonde llevó a seis gobernadores de distintos partidos: Marcelo Orrego (San Juan), Alfredo Cornejo (Mendoza), Claudio Vidal (Santa Cruz), Carlos Sadir (Jujuy), Raúl Jalil (Catamarca) y Ricardo Quintela (La Rioja). También lo intentó Macri en Davos con Massa en 2016. Fracasó.

Los empresarios preferirían ese modelo. Aunque últimamente hablen poco en público. Han bajado el perfil. Se resisten a foros que los dejen expuestos frente a un gobierno muy celoso del discurso, y hasta agradecen el único efecto colateral del caso $LIBRA: es probable que deba pasar mucho tiempo hasta que alguna fundación afín a La Libertad Avanza vuelva a convocarlos con invitaciones difíciles de rehusar y en las que el cubierto puede costar 10.000, 25.000 o 50.000 dólares según la ubicación. Un verdadero alivio en tiempos de campaña. Esperan, con todo, que se resuelva la negociación con el Fondo Monetario Internacional y con ella la situación cambiaria. Lo ven como una urgencia natural para resolver la macro y después de la cual vendrán las prioridades de la microeconomía. La negociación con Estados Unidos por los aranceles recíprocos, por ejemplo, que podría afectar no solo a las compañías propias del sector, como Aluar, Techint o Acero Metal, sino a todas: ¿qué tal si, como insinuó Trump, la Casa Blanca decide considerar el IVA como arancel? Son las tensiones que vienen con el Gobierno. ¿Está dispuesto Milei a incluirlas en la negociación? No están tan seguros. Porque tampoco ven al canciller Gerardo Werthein tan apurado. Suponen que Luis María Kreckler, secretario de Relaciones Internacionales, encabezará después del acuerdo con el Fondo una reunión en Washington a la que podría llevar a representantes del Ministerio de Economía.

Sin logros en ese campo todo será más arduo para el Gobierno. Hasta la política partidaria. Milei, que aprendió de la experiencia de las 14 toneladas de piedras que recibió Macri en 2017, confirmó ayer que estaba dispuesto a doblar la apuesta. ¿De qué manera? Carlos Guberman, secretario de Hacienda, acaba de advertir en varios ministerios que el Gobierno se propone seguir con la reducción de presupuestos. Ajuste en año electoral: otra novedad de los tiempos que corren y que los sectores más radicalizados de la oposición incorporarán seguramente en sus plataformas de campaña. Para Milei será casi una motivación. Siente que su fuerte es avanzar de todos modos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/con-la-mecha-corta-y-el-fuego-encendido-nid15032025/

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