El papa Francisco inaugura el Jubileo en Roma en una Navidad en alerta máxima tras el atentado en Alemania
ROMA.– Centenares de agentes en el Vaticano –que se ha transformado en una “zona roja”–, detectores de metales, vallas. En una capital sellada y en medio de un nivel de seguridad extraord...
ROMA.– Centenares de agentes en el Vaticano –que se ha transformado en una “zona roja”–, detectores de metales, vallas. En una capital sellada y en medio de un nivel de seguridad extraordinario después del atentado en Alemania a un mercadito navideño, el papa Francisco abrirá este martes, antes de celebrar la misa solemne de Nochebuena, la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, antiguo rito que marcará el inicio del Jubileo ordinario de 2025. Se estima que este megaevento eclesial, que suele darse cada cuarto de siglo y que se cerrará el 6 de enero de 2026, atraerá a Roma a más de 32 millones de peregrinos.
Después de meses de que decenas de obras para mejorar la viabilidad y restaurar monumentos justamente en vista del Jubileo paralizaran el tránsito y enloquecieran a los romanos, la gran pregunta es si Roma, conocida por su caos de tránsito, mal sistema de transporte, de recolección de basura y desorganización general, estará a la altura del gran evento.
Al significar la llegada de cientos de miles de peregrinos, el Jubileo, un tiempo de gracia y perdón y un camino para conseguir la indulgencia plenaria, suele ser también un gran negocio.
Fue el propio padre de la literatura italiana, Dante Alighieri, quien hace siete siglos en La divina comedia describió como un terrible desorden de gente y dinero el primer jubileo de la historia, convocado en 1300 por Bonifacio VIII, papa al que, no sólo por ese motivo, puso en el Infierno. En ese primer Jubileo, eran 20.000 personas las que vivían en Roma, según cuentan los libros de historia.
Más allá de esto, tal como explicó el papa Francisco en la bula Spes confundit (La esperanza nunca defrauda), el Jubileo de 2025 es una invitación a la esperanza en “un mundo sumergido en la guerra” y a los católicos, a dar “signos de esperanza”.
En este documento, el exarzobispo de Buenos Aires, que la semana pasada cumplió 88 años, pidió transmitir esta esperanza y entusiasmo con hechos concretos: “El compromiso de la diplomacia por construir con valentía y creatividad espacios de negociación orientados a una paz duradera”, actos de clemencia o amnistías hacia los presos, actos de misericordia hacia los enfermos, hacia los jóvenes, los estudiantes, los novios y las nuevas generaciones, los migrantes, los ancianos, así como con la condonación de deudas a los países imposibilitados en pagarlas.
El escándalo de la pobreza“Es escandaloso que, en un mundo dotado de enormes recursos, destinados en gran parte a los armamentos, los pobres sean la mayor parte , miles de millones de personas. No lo olvidemos: los pobres, casi siempre, son víctimas, no culpables”, escribió.
En la bula, el Papa también destacó que “el Jubileo nos recuerda que los bienes de la Tierra no están destinados a unos pocos privilegiados, sino a todos”. “Si verdaderamente queremos preparar en el mundo el camino de la paz, esforcémonos por remediar las causas que originan las injusticias, cancelemos las deudas injustas e insolutas y saciemos a los hambrientos”, añadió, al evocar un llamado que ya había hecho san Juan Pablo II en ocasión del Jubileo de 2000.
Al margen de recordar que, desde aquel evento, que tuvo lugar cuando se cruzó el umbral de los 2000 años del nacimiento de Jesús, también convocó a un Jubileo extraordinario de la Misericordia entre 2015 y 2016, en la bula hizo un repaso histórico de esta tradición católica, que suele darse cada 25 años y explicó su significado.
“La vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza”, escribió.
“Me agrada pensar que fue justamente un itinerario de gracia, animado por la espiritualidad popular, el que precedió la convocatoria del primer Jubileo en el año 1300″, agregó, al recordar que, si bien fue entonces el papa Bonifacio VIII quien instituyó el primer Año Santo, ya mucho antes se organizaban peregrinaciones o celebraciones a diversos santuarios para que los fieles obtuvieran la gracia del perdón.
“Perdonar no cambia el pasado, no puede modificar lo que ya sucedió –escribió Francisco–; y, sin embargo, el perdón puede permitir que cambie el futuro y se viva de una manera diferente, sin rencor, sin ira ni venganza. El futuro iluminado por el perdón hace posible que el pasado se lea con otros ojos, más serenos, aunque estén aún surcados por las lágrimas”.
Durante el Jubileo no se prevén grandes eventos espectaculares, sino diversos encuentros con las personas, jóvenes y ancianas, voluntarios y fuerzas de policía, trabajadores y empresarios y demás, incluso el peregrinaje de una asociación italiana que el 6 de septiembre llevará a Roma a cristianos Lgbtq. “En la Iglesia hay espacio para todos, todos, todos”, suele repetir, en efecto, Francisco.
Pese al frío intenso de estos días y a que arrastra un resfrío, la gran novedad es que el Papa también abrirá una puerta santa el 26 de diciembre, pero no de una de las basílicas papales de Roma, sino dentro de una cárcel, la prisión romana de Rebibbia. Se trata de algo extraordinario, jamás hecho por ningún Pontífice, que será una enorme señal de esperanza para los detenidos, colectivo al que el Papa del fin del mundo siempre le prestó especial atención. Francisco, en cambio, dejará que un representante suyo abra las puertas santas de la Basílica de San Juan de Letrán el 29 de diciembre, la de Santa María la Mayor el 1° de enero y la de San Pablo Extramuros, el 5 de enero.