Eleonora Cassano: la operación de cadera que pospuso hasta que el dolor dijo basta y sus 40 años de matrimonio
“Madre y bailarina”, se define Eleonora Cassano en sus redes sociales y a lo largo de la charla con LA NACION, su familia (su esposo desde hace cuatro décadas y sus hijos Tomás y Julieta) apa...
“Madre y bailarina”, se define Eleonora Cassano en sus redes sociales y a lo largo de la charla con LA NACION, su familia (su esposo desde hace cuatro décadas y sus hijos Tomás y Julieta) aparece en reiteradas oportunidades. Se muestra orgullosa de haber podido combinar su faceta profesional con la personal: “De no haber sido así no lo hubiera hecho, soy madraza. Seguramente podría haber hecho más de no haber tenido hijos, pero hice un montón”.
Son días especiales para la artista: hace dos semanas recibió el primer Martín Fierro de Oro a la Danza, honor que comparte con Julio Bocca y hace menos de un mes se operó de la cadera, cirugía que intentó postergar lo más que pudo, hasta que el dolor fue el mentor de la decisión.
Mientras se recupera en su casa -asombrosamente rápido al punto que ya no usa bastón- celebra que Aptra premie a la danza así como también aplaude la labor de su expareja de baile en el rol de director artístico del Teatro Colón. Eleonora habla de su presente como docente y de la fama: “Soy como cualquier persona, me destaqué, pero eso no quita llevar una vida normal, hacer compras, colas, lo que hace una ama de casa, una madre”.
—Te llevaste el primer Martín Fierro de Oro de la Danza, ¿cómo lo viviste?
—No me lo esperaba, es súper importante que hayan generado este espacio para la danza, porque es una disciplina que en todos los espacios queda relegada. En el Colón está la orquesta, la ópera y después el ballet. Recién ahora está un poco mejor. Una de las organizadoras del Martín Fierro me pidió que fuera, yo no esperaba moverme porque estoy recién operada de la cadera y menos para un evento así. Pero me parecía importante ir, sabía que me darían algo pero no que sería el Oro. A la alfombra roja no fui porque no aguantaba tanto, y cuando llegué al salón sentí el amor de la gente aplaudiendo de pie; me emociona contarlo, fue hermoso. Después me senté, estuve con Hernán (Piquín), con Cecilia (Figaredo) y con José Zartmann que fue mi maestro de danzas españolas cuando tenía diez años. Cuando presentaron el reconocimiento a Cecilia pensé que era para mí. Julio no pudo ir, no imaginé que nos darían un premio juntos. El Oro fue super sorpresa, no tenía nada armado, me puso muy feliz.
—Tenías que operarte desde hace un tiempo, ¿fue difícil tomar la decisión?
—Estoy muy sorprendida con el nivel de todo y con cómo estoy; me hubiera operado antes, estuve sufriendo. Me costó mucho trabajar el tema, pero llegó un punto en que me lo superó el dolor. No podía más, no encontraba posición para dormir y era muy fuerte. Cancelé y no programé nada para operarme en diciembre, pero lo tuve que adelantar, no llegué.
—Estás en plena recuperación...
—Sí, continúa. Pero tengo una movilidad que no esperaba. De haber sabido que era así, lo hubiera hecho hace un año, porque hace dos y medio que el médico me dijo que me operara cuando quisiera. Ahora estoy súper feliz y tengo que trabajar para volver. La actitud y cómo uno enfrenta todo en la vida ayuda también y por otro lado mi cuerpo tiene la memoria de una bailarina. Si bien no estaba bailando, en las clases levantaba la pierna, me movía. Tengo hiperlaxitud y mi colocación es especial, eso perjudicó a la cadera y con mi cadera se generó un desgaste. Es común en esta profesión, a cada uno le afecta un poco por su lugar débil. A Julio (Bocca), por ejemplo, en las rodillas, donde tiene varias operaciones; mi columna también tiene sus problemas. El cuerpo te pasa factura, es nuestro instrumento y se avería, es como los deportistas de alto rendimiento.
—¿Cómo sigue la recuperación?
—Ya estoy caminando sin bastón. Enero me lo tomo tranquila, me voy de vacaciones. Cumplo cuarenta años de casada. Queríamos hacer un viaje, pero no se pudo. Mis hijos y mi marido me decían que me operara. Yo tenía que hacer el click pero el dolor superó todo lo psicológico. Y ahora quiero hacer todo. Mi marido me ayudó solo el primer día, pero es mi forma de ser.
—Julio no pudo estar en los Martín Fierro, ¿hablan habitualmente?
—Sí, habíamos hablado y me había dicho que no podía estar.
—El premio tuvo que ver con que de alguna forma ustedes llevaron el ballet a la gente.
—Generamos algo súper especial. El ballet no se conocía. El gestor fue Lino Patalano, que se ocupó de dar difusión a Julio y a la pareja, a mi carrera. Hay excelentes bailarines y la gente no se entera. Marianela (Núñez), siempre fue de las mejores del mundo, y me preguntan por esa bailarina “nueva”, que en realidad baila hace mucho. ¿Qué pasaría si hubiera tenido un Lino Patalano?
—La gente se acercó al ballet por y gracias a ustedes.
—Sí, mi trabajo es ir por las provincias a dar masterclass, participar de concursos y me encuentro con madres que me dicen que tenían mi foto en su carpeta y se formaron con nosotros. Una señora en la calle me presentó a su hija a la que le había puesto Eleonora por mí; una chica me mostró un tatuaje en su espalda de una foto de Julio y mía.
—Ahora estás dedicada a la docencia.
—Sí. Doy clases los martes en la municipalidad de Escobar, en el teatro Seminari; se formó un grupo muy lindo, que se esfuerza y describen el lugar de los martes como su lugar, con mucho amor y pasan muchas otras cosas más allá de las clases. Además, doy masterclass en educación artística en la ciudad de Buenos Aires, en tres escuelas de danza para diferentes niveles y profesorados. Es especial porque son las mejores escuelas de danza y algo especial que le encontré sentido cuando lo empecé a vivir. Voy a las escuelas primarias con inclinación artística y los chicos me investigan, me hacen una muestra, charlo con ellos, me hacen preguntas y al final ellos bailan. La idea es promover que sigan en las escuelas de danza. Entro y está todo empapelado con cosas mías, dibujos. Es algo muy especial porque tiene un sentido maravilloso, que es incentivar a que continúen en la danza y humanizar al personaje que ven tan lejos. Me han llegado a preguntar si tenía Ferrari o cuántos seguidores tenía y tienen que entender que la fama no pasa por los seguidores.
—¿Cómo manejás o manejabas la fama? Fuiste de la elite de la elite, pero se te siente una persona humilde.
—La gente me ve normal, en la calle no cree que soy yo. Soy como cualquier persona. Me destaqué, pero eso no quita llevar una vida normal, hacer compras, colas, lo que hace una ama de casa, una madre. La gente se olvida y te saca y te eleva. A mí me sirve ir a comprar y volver con palabras que me dicen, vuelvo con el corazón lleno y lo percibo en todos lados. Yo doy, no tengo posición de figura. En su momento lo hablaba con Julio, que él no podía ir a hacer las compras. Está bien que su nivel es distinto, pero yo le decía que sí, que podía: “Relajá, decí hola y no huyas”; pero era un descontrol lo que pasaba con él.
—¿Te gusta lo que está haciendo en el Colón?
—Totalmente, está haciendo de todo y cantidad de funciones. Ese era un problema grande porque bailaban diez funciones al año y ahora se están haciendo diez funciones de cada programa.
—Estuviste hace poco...
—Cinco clases di. Me encantó lo que se generó, yo tengo esta cosa de dar clases y marcar el paso cantando y me divierto. Cambian la cara de cucu, son bailarines profesionales, pero no pueden bailar con cara de enojados. Tiene que haber un trabajo desde lo emocional. Es importante que disfruten desde la barra.
—¿Tus hijos (Tomás de 27 y Julieta de 21) van por el lado artístico?
—Tomás se casó hace seis meses, fue emocionante. Ojalá hubiera sido bailarín porque tiene condiciones. Es actor, estudió comedia musical y está en la producción con el papá (Sergio Albertoni, director del Maipo). Julieta hizo algunas cosas de modelaje pero ahora estudia diseño textil. Hizo en su momento clásico, jazz, contemporáneo.
—Siempre fuiste una muestra de que se puede combinar trabajo y familia.
—Mi familia es lo más importante y agradezco haber podido fusionar las dos cosas. Cuando los chicos eran chicos pude incorporarlos a mi vida y a mi ritmo; los llevaba de gira, mi marido produciendo y mis hijos acompañando y de no haber sido así no lo hubiera hecho porque es mi forma. Soy madraza. Me da muchísimo orgullo, podría haber hecho más seguramente de no haber tenido hijos, pero hice un montón y no descuidé ni una cosa ni la otra. Quería cambiar el primer pañal y me levanté de la cesárea. Me gusta hacer a mí las cosas con ellos. Esas cosas marcan.