Europa debate un “muro antidrones” ante la presión rusa y las divisiones internas
PARÍS.- En Copenhague, la cumbre de la Unión Europea (UE) que reunió el miércoles a los 27 Estados miembros, más el secretario general de la OTAN, permitió lanzar la reflexión sobre el proye...
PARÍS.- En Copenhague, la cumbre de la Unión Europea (UE) que reunió el miércoles a los 27 Estados miembros, más el secretario general de la OTAN, permitió lanzar la reflexión sobre el proyecto de un “muro antidrones”. Sin embargo, a pesar de la multiplicación de los ataques híbridos por parte de Rusia, los miembros del bloque tienen dificultades para ponerse de acuerdo sobre una defensa común.
Este jueves, en el segundo y último día de la reunión, se unieron los 20 países miembros de la Comunidad Política Europea (CPE). Desde Suiza hasta Georgia, desde Gran Bretaña hasta Turquía, son todos miembros de un foro común que tiene como objetivo, entre otros, abordar cuestiones de seguridad continental.
“A veces desconfío de los términos un poco apresurados. ¿Existen cúpulas de hierro para los europeos o muros antidrones?”, se preguntaba, el miércoles, Emmanuel Macron al llegar a Dinamarca para la cumbre europea informal. “Las cosas son más sofisticadas, más complejas”, agregó el presidente francés en el castillo de Christiansborg, que reunía a los 27 dirigentes de la UE. Macron prefiere hablar de “un conjunto de observaciones, prealertas, defensas y capacidades de disuasión”, incluida la disuasión nuclear.
Una manera de relativizar el entusiasmo de la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, al vender su “muro antidrones” como respuesta a las violaciones del espacio aéreo europeo que se multiplican, de Varsovia a Copenhague. La Comisión Europea se aventura en el terreno de la defensa, donde sus competencias son discutidas por el pragmatismo de las capitales. La cumbre informal de Copenhague no ha cerrado la brecha entre Bruselas y algunos Estados miembros, recelosos de conservar su estricta competencia en materia de defensa nacional.
“Está bien discutir” pero “hay que actuar”, declaró el presidente lituano, Gitanas Nauseda. “Los documentos no detectan drones”, añadió, en referencia a la “hoja de ruta” para rearmar Europa para 2030 que Ursula von der Leyen vino a presentar a Copenhague.
Articulada en torno a cuatro proyectos emblemáticos —un muro antidrones, la vigilancia del flanco oriental, un escudo de defensa aérea y un escudo de defensa espacial—, esa hoja de ruta complementa un componente presupuestario de la UE destinado a facilitar las inversiones y debe acompañar los aumentos de gastos militares previstos en todo el Viejo Continente.
This is the 7th meeting of the European Political Community.
It comes at the right time.
The EU is taking giant leaps in its common defence.
But our efforts will only be complete if we link up with our partners in our broader region.
29 EPC members are also NATO allies.
We… pic.twitter.com/CkqsVYP1ft
La iniciativa exaspera a Francia, Italia o Alemania, que, más allá de sus desacuerdos de fondo, recuerdan que la Comisión no tiene ninguna competencia en materia de defensa. Mientras el ejecutivo europeo pretende, entre otras cosas, seguir y centralizar el fortalecimiento de los ejércitos europeos, esos países quieren conservar el control sobre los grandes proyectos militares.
Los países más pequeños, que no tienen o tienen poca industria de defensa, abogan, por el contrario, por una Comisión que tenga más poder. Argumentan que así podría ayudar a una mejor coordinación de los europeos, aunque solo sea para organizar compras comunes. “Necesitamos un actor neutral que nos permita organizarnos y ponernos de acuerdo”, asegura un diplomático báltico. Y agrega: “Para llevar a cabo nuestro proyecto de desincronización de nuestro sistema eléctrico del de Rusia, durante diez años no logramos encontrar una solución. Fue necesario que la Comisión nos ayudara”.
Divisiones y escepticismoLa realidad es que los 27 tienen grandes dificultades para coordinar sus esfuerzos en materia de seguridad y defensa. Casi cuatro años después de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, la Europa de la defensa sigue por construir. Los medios comunes para protegerse de la amenaza rusa siguen siendo embrionarios y la cuestión del apoyo a Kiev se vuelve cada vez más urgente.
El ejemplo del proyecto del muro antidrones es sintomático de esas divisiones, mientras que París y Berlín no ocultan su escepticismo, otros, como el húngaro Viktor Orban, lo rechazan debido a su proximidad ideológica con Vladimir Putin. Friedrich Merz insiste en que harían falta “más de tres o cuatro años” para llevarlo a cabo, con la intención de enterrarlo mejor.
“Se puede hacer en un año y medio”, replica la primera ministra letona, Evika Silina.
El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, recordó, por su parte, algunas realidades presupuestarias. “Hay muchas discusiones y poca acción en este momento”, dijo. “Quiero advertir firmemente contra la idea de que de repente las cosas llegarán gratis. No será así”. Kristersson, cuyo país está desplegando precisamente sistemas antidrones en Dinamarca para asegurar la cumbre, insistió en un punto: “Los drones, como muchas otras capacidades de defensa, deben financiarse en los presupuestos de defensa nacionales”. La UE puede facilitar, coordinar, pero no se trata de que sustituya a los Estados miembros.
El verdadero debate sobre los drones se centra en qué se debe copiar de la experiencia ucraniana. Porque los ucranianos no hablan de “muro” sino de un sistema adaptativo y evolutivo. En tres años, Kiev ha desarrollado una industria capaz de producir “los drones más baratos, rápidos e inteligentes del mundo”, señala Ursula von der Leyen. Un sistema descentralizado, reactivo, en constante evolución tecnológica.
“Cada noche, los ucranianos interceptan 800 drones”, cree saber Von der Leyen. “Este sistema antidrones está diseñado como un escudo para todo nuestro continente, con un enfoque de 360 grados”. Un sistema que también podría servir contra “la migración armada, las operaciones híbridas, el control de la flota fantasma rusa, o el riesgo de agresión armada”.
El primer ministro esloveno, Robert Golob, también mostró cierto escepticismo. “Se ha hablado de esto desde hace algún tiempo, debo ser honesto y decir que he estado discutiéndolo con mi hijo de 14 años desde hace un tiempo, así que espero que no sea un concepto que venga de las redes sociales, sino que haya una verdadera reflexión detrás”, dijo con reservas. “Esperaré a ver los planes. Puede parecer simpático, pero que no sea necesariamente realmente (operativo)”. La reserva del esloveno se centra principalmente en la financiación.
Porque, justamente detrás del debate técnico se esconde una batalla por la asignación presupuestaria. La italiana Giorgia Meloni advirtió: “Si cometemos el error de mirar solo el flanco este y olvidamos que existe un flanco sur, corremos el riesgo de no resolver nada”. El primer ministro griego Kyriakos Mitsotakis insistió: todo proyecto de defensa común debe cubrir “las fronteras sureste y meridionales”, no solo el Este. El jefe del gobierno español Pedro Sánchez incluso amplió la noción de seguridad a “la emergencia climática”, recordando que su país ya ha sufrido “30.000 millones de euros en pérdidas materiales en diez años”. Los estragos climáticos habrían causado la pérdida de “más de 20.000 vidas”, lamentó el miércoles.
Otros se muestran impacientes y reclaman más solidaridad. Frente a la instrumentalización de la inmigración, a los ciberataques, a los sobrevuelos de drones, a los sabotajes de cables o de oleoductos, “necesitamos más solidaridad en Europa”, declaró Petteri Orpo, el primer ministro finlandés.
Es “una guerra híbrida” la que sufre la Unión Europea, aseguró también Mette Frederiksen. “Rusia nos está poniendo a prueba y esto continuará. Estamos en la situación más peligrosa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”, prosiguió la primera ministra danesa.
A pesar de las reservas expresadas, el proyecto avanza. La Comisión presentará en dos semanas una hoja de ruta completa con “objetivos comunes, pero también hitos muy concretos, porque solo lo que se mide se hace”, prometió Ursula von der Leyen.
Activos rusos congeladosEn todo caso, el miércoles tampoco avanzó la discusión sobre la propuesta de la Comisión de utilizar los activos rusos congelados para poner a disposición de Kiev una ayuda de 140.000 millones de euros en 2026 y 2027. El dispositivo imaginado por el ejecutivo comunitario plantea numerosos interrogantes políticos, jurídicos y técnicos, que los 27 no resolvieron en Copenhague.
Sin embargo, hay urgencia. Desde el inicio de la guerra, los europeos han dedicado cerca de 180.000 millones de euros a Ucrania. Pero, para 2026 y 2027, no se ha previsto nada, mientras que hoy, las arcas de la UE, así como las de la mayoría de los Estados miembros, empezando por Francia, están vacías y Estados Unidos de Donald Trump ya no quieren financiar Kiev.
Si bien nunca lo menciona, la cuestión de los activos es lo que más preocupa a Vladimir Putin, cuyo país se encuentra en un marasmo económico después de casi cuatro años de guerra en Ucrania. El jefe del Kremlin dijo anoche que Rusia responderá rápidamente si Europa la provoca en el marco de la “militarización del continente impulsada por la histeria”.
“Si alguien tiene todavía el deseo de competir con nosotros en la esfera militar, (…) siéntase libre, que lo intente”, afirmó Putin al Grupo de Debate Valdai en el balneario del mar Negro de Sochi. Agregó, sin embargo, que no tenía intención de atacar a la OTAN, liderada por Estados Unidos.