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Habló de Darwin en clase y terminó en un tribunal: a 100 años del “Juicio del Mono”

Un pequeño pueblo del sur norteamericano. Una ley absurda que nadie pensaba cumplir. ...

Habló de Darwin en clase y terminó en un tribunal: a 100 años del “Juicio del Mono”

Un pequeño pueblo del sur norteamericano. Una ley absurda que nadie pensaba cumplir. ...

Un pequeño pueblo del sur norteamericano. Una ley absurda que nadie pensaba cumplir. Un profesor osado. Y dos abogados experimentados y famosos. El show, el juicio transmitido a todo el país, estaba garantizado. Estos hechos aparentes escondían otra lucha, que llevaba entonces unos cuatro siglos desde la querella contra Galileo: la de la ciencia versus la religión, la razón contra el dogma, luces contra oscurantismo, el darwinismo y el creacionismo. Se cumplen en estos días 100 años del llamado “juicio del mono” -bautizado así por uno de los más de cien periodistas que se acercaron a cubrirlo- en el cual John Scopes, de 24 años, fue llevado a los estrados por violar la ley del estado de Tennessee que prohibía expresamente enseñar los postulados de la evolución darwiniana que, en un lenguaje impreciso pero popular, dice que el ser humano desciende del mono (no es tan así, sino que ambos primates comparten un antecesor común que vivió hace más de seis millones de años).

El juicio está entre los más célebres de la historia norteamericana, e incluye las inevitables obras de teatro y películas posteriores (Heredarás el viento, con versiones en 1960 y 1999). El aniversario no pasa inadvertido en las universidades de los Estados Unidos, justo en un momento donde las libertades -científicas, de investigación y hasta de difusión de ideas- se ven reducidas por el contexto político. Por eso se suceden charlas y actividades varias de recuerdo de aquellos días moviditos con tanta resonancia actual. Una de las universidades locales, la de Tennessee en Knoxville (a unos 100 kilómetros de Dayton), armó un programa de doce meses para recordar “el juicio que reflejó las tensiones entre los fundamentalistas religiosos y la ciencia moderna que continúan en los Estados Unidos de la actualidad”.

“El juicio de Scopes es un recordatorio de que muchos de los problemas que hoy nos preocupan, como la desinformación científica, la religión en las escuelas y el control público de la educación, han formado parte de la vida estadounidense durante al menos un siglo”, dijo a La Nación el abogado Alexander Gouzoules, (profesor de la Universidad de Missouri), autor junto con su padre, el psicólogo evolucionista Harold Gouzoules (profesor en la Universidad Emory), del libro El juicio de los cien años. Leyes, evolución y la larga sombra del caso Scopes vs Tennessee (que se publica en inglés en julio). “El legado del juicio nos enseña que estos problemas son más fundamentales y difíciles de resolver de lo que podríamos suponer, y que el sistema legal no es necesariamente el foro ideal para resolverlos”.

Dos pesos pesados en el humilde Dayton, que desplegó en sus tiendas souvenirs de variedades de monos y hasta un chimpancé -vivo, entrenado- en el lobby de un hotel para gracia de locales y visitantes

Hechos

El 13 de marzo de 1925, el estado de Tennessee aprobó una ley singular: prohibía la enseñanza de la teoría darwinista en las escuelas y universidades públicas locales. Según la llamada ley Butler, no se podía instruir ninguna teoría (¿tampoco la del griego Anaximandro en el 500 antes de Cristo?) que dijera que la humanidad desciende de “animales de un orden inferior” y cuestionara los preceptos bíblicos de la creación divina. Un profesor en Dayton, un pueblo de alrededor de dos mil habitantes -a quienes no cuesta imaginar tradicionales-, decidió hacerlo, un poco por convicción, un poco azuzado por la American Civil Liberties Union (una organización de derechos humanos fundada cinco años antes y que hoy continúa activa), que quería una causa, y empresarios locales que querían poner a Dayton en el mapa. Y vaya si lo lograron.

El profesor era el joven Scopes, cuya vida quedaría marcada por esa decisión de hacerse cargo de la causa de la libertad de enseñanza: cuando se supo que incluía bibliografía con las teorías de Charles Darwin fue detenido, el 9 de mayo de 1925. Unas semanas después, el 10 de julio, empezó el juicio que duró ocho días y tuvo en vilo a la nación. Scopes fue finalmente condenado -era evidente que había violado la ley-, pero a una pena simbólica de cien dólares (unos dos mil actuales). Lo cierto es que la ley Butler, promovida por John Washington Butler y aprobada en la legislatura local sin discusión por 71 a 5 votos, nunca más se aplicó aunque formalmente estuvo vigente hasta su demoradísima derogación en 1967.

Los protagonistas de esos días agitados de hace un siglo fueron el abogado defensor, Clarence Darrow (quien apenas unos meses antes había defendido a Nathan Leopold y a Richard Loeb, dos asesinos que tuvieron un juicio impactante), y el fiscal, William Jennings Bryan, quien había sido secretario de Estado y se había postulado tres veces como candidato a presidente de la nación. Dos pesos pesados en el humilde Dayton, que desplegó en sus tiendas souvenirs de variedades de monos y hasta un chimpancé -vivo, entrenado- en el lobby de un hotel para gracia de locales y visitantes.

Los ocho días de argumentaciones fueron intensos: ¿los estudiantes debían recibir las más nuevas teorías científicas (aunque el libro de Darwin tenía casi 70 años) o aferrarse a la tradición milenaria bíblica? ¿se verían perjudicados a la hora de entrar a las mejores universidades si venían de lugares donde se prohibía la ciencia? ¿Fue la Tierra el producto de una evolución geológica de miles de millones de años o fue creada a las 9 de la mañana de año 4004 antes de Cristo, tal como calculó un obispo? ¿Se detuvo el Sol y la Luna se paró hasta consumar una venganza, como dice la Biblia, o eso es físicamente imposible?

El momento quizá más dramático fue cuando el abogado defensor llamó al fiscal acusador como testigo, en tanto experto en la Biblia, para ponerlo en ridículo por las imposibilidades físicas que contiene el libro sagrado. Y, un poco presionado, Bryan tuvo que conceder que, tal vez, algunos pasajes resultan más bien ilustrativos antes que literales. La oratoria de la defensa generó en varias oportunidades respuestas positivas de quienes eran espectadores del juicio, que eran daytonenses puros (Bryan moriría una semana después de terminado el proceso, para más drama).

Los ocho días de argumentaciones fueron intensos: ¿los estudiantes debían recibir las más nuevas teorías científicas (aunque el libro de Darwin tenía casi 70 años) o aferrarse a la tradición milenaria bíblica?

Ese tipo de discusiones, que iban muchísimo más allá de Scopes, no parecían vislumbrar lo que finalmente pasaría en Estados Unidos: el triunfo de la posición científica y de sus evidencias, que hizo que la mirada religiosa se recluyera -en apariencia, de momento- hacia el terreno de lo simbólico y las alegorías. Detrás estaba la idea de que la justicia, sus decisiones, eran la manera última, definitiva, de salir del laberinto discursivo en que habían entrado los defensores de la literalidad bíblica y los amigos de la empiria y sus consecuencias. Objetivos algo exagerados para un pleito provincial, que era -una vez más, apenas- definir si Scopes había violado o no una ley estatal, no establecer si la ley era absurda o perjudicial, o cuáles son los alcances de la Biblia. Estaba tan clara la respuesta que ese 21 de julio de 1925 al jurado le llevó 10 minutos ponerse de acuerdo en que el acusado era culpable y fue el juez quien multó a Scopes en esos 100/2000 dólares. (El fallo fue revertido por un tecnicismo: debió ser el jurado y no el juez quien definiera el monto, por lo que se anuló y no pudo escalar a juzgados federales, tal cual la intención original).

Interpretación

La interpretación tradicional, la que ha sido la mirada más habitual sobre el tema, es la de la cruzada de la razón contra el oscurantismo. Y que, tras el juicio, otros estados del país se abstuvieron de aprobar leyes semejantes a la Butler. Stephen Jay Gould (1941-2002), un científico y divulgador evolucionista que creía que ciencia y religión podían convivir, se mostró enojado con cómo el juicio fue cristalizado por la historia. “(El juicio) está rodeado de ideas equivocadas. En la historia heroica, John Scopes fue procesado, Darrow se alzó en defensa de Scopes y arrasó al antediluviano Bryan, con lo que el movimiento antievolucionista se desvaneció o, al menos, se detuvo por un tiempo. Las tres partes de esta versión son falsas”, escribió en uno de los capítulos de su libro Dientes de gallina y dedos de caballo. Según Gould, estuvo todo planeado, con lo cual el heroísmo es exagerado, sobre todo tal como lo plantea Heredarás el viento. Y apunta, desde la misma Dayton, localidad que visitó en una charla recordatoria en 1981, que “el enemigo no es el fundamentalismo, es la intolerancia”. Cuenta que encontró allí “un cálido desacuerdo, pero no percibí ninguna falta de respeto por mis opiniones y ninguna inclinación a minimizarme como persona, por estar a mi vez en desacuerdo con la creencia predominante. Este tipo de actitud está muy extendida, pero, por desgracia, es muy frágil. Unas pocas semillas de cizaña y la intolerancia pueden llegar a cubrir todo el territorio”.

Según Gould, estuvo todo planeado, con lo cual el heroísmo es exagerado, sobre todo tal como lo plantea Heredarás el viento

Como sea, el punto de vista creacionista, reformulado, sigue vigente y ha incluso ganado terreno en los últimos años. Se ha buscado enseñar en igualdad de condiciones las ideas evolucionistas -con la cuota de azar que incluyen- y el llamado diseño inteligente, que considera que los seres vivos actuales son el resultado de una mente que pensó en detalle cómo hacerlos: una variante inteligente del creacionismo.

¿Qué fue de la vida de Scopes tras la condena? Las biografías y semblanzas remarcan que no quiso sacar provecho de aquella publicidad juvenil, que se recibió de geólogo en la Universidad de Chicago y trabajó para la industria petrolera. Murió en 1970 de un cáncer. La mirada que tenía en 1965 sobre aquel juicio de 40 años atrás calza perfecto con las ideas y la militancia “convivencial” de Gould (en contra, por ejemplo, de biólogos más duros contra todo lo que no sea ciencia y evidencias, como Richard Dawkins): “En mi opinión, el juicio de Dayton marcó el comienzo del declive del fundamentalismo. Creo que las legislaciones restrictivas en torno a la libertad académica son algo del pasado para siempre; que la religión y la ciencia pueden ahora dirigirse la una a la otra, en una atmósfera de respeto mutuo y de búsqueda en común de la verdad. Me gustaría pensar que el juicio de Dayton tuvo algo que ver con el advenimiento de esta nueva era”. Amén.

“Una larga sombra”

Alexander Gouzoules, profesor de la Universidad de Missouri, Estados Unidos, y coautor de El juicio de los cien años. Leyes, evolución y la larga sombra del caso Scopes vs. Tennessee (que se publica en inglés en julio) contó por qué decidió escribirlo en el contexto actual norteamericano.

-¿Por qué creyeron oportuno escribir este libro y qué hallaron en el proceso de la investigación?

-En primer lugar, Estados Unidos sigue lidiando con problemas persistentes relacionados con la disposición del público a aceptar conclusiones científicas bien establecidas, no solo sobre la evolución, sino también en temas como la eficacia de las vacunas y el cambio climático. En las décadas posteriores al juicio de Scopes, el conjunto de evidencia científica que respalda la teoría de la evolución se ha vuelto mucho más sofisticado que en 1925 y muchas preguntas sobre los mecanismos evolutivos que estaban abiertas en el momento del juicio han sido posteriormente respondidas en forma definitiva. Sin embargo, estos desarrollos han tenido poco impacto relativo en el discurso público sobre la evolución. Ha habido querellas legales que involucran desafíos religiosos al lugar de la evolución en el currículo de las escuelas públicas en cada década desde la década de 1960 hasta la actual. La incapacidad para resolver esta disputa de forma definitiva, incluso cuando el conjunto de evidencia científica que la respalda se ha vuelto cada vez más sólido, no augura nada bueno para otros debates importantes como los que mencioné anteriormente.

-¿Cómo se ve hoy el juicio y cómo resuena en hechos similares de la actualidad?

-Este proyecto también fue oportuno porque el sistema legal estadounidense está experimentando un cambio significativo. Nuestra Corte Suprema ha articulado una visión expansiva de los derechos religiosos individuales y una visión particularmente estrecha de la separación de la Iglesia y el Estado. Al mismo tiempo, ha demostrado un notable desinterés en los argumentos con base científica sobre diversos temas (en particular en el ámbito ambiental). Finalmente, ha demostrado un compromiso muy débil con la defensa de precedentes históricos con los que la mayoría actual no está de acuerdo. En conjunto, todo esto sugiere que las controversias sobre la enseñanza de la evolución (y de la ciencia en general) están lejos de resolverse y podrían acelerarse en los próximos años. Aquel juicio nos enseña que estos problemas son más fundamentales y difíciles de resolver de lo que podríamos suponer, y el sistema legal no es necesariamente el foro ideal para resolverlos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/hablo-de-darwin-en-clase-y-termino-en-un-tribunal-a-100-anos-del-juicio-del-mono-nid13042025/

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