Little Hero: el contundente impacto de un videojuego argentino que enseña a los niños a ser más empáticos y solidarios
En tiempos en que resulta cada vez más difícil separar a los chicos de las pantallas y con padres y docentes preocupados por su uso excesivo, un grupo de investigadores argentinos encontró una m...
En tiempos en que resulta cada vez más difícil separar a los chicos de las pantallas y con padres y docentes preocupados por su uso excesivo, un grupo de investigadores argentinos encontró una manera de transformar la tecnología en una aliada para educar en valores. Se trata de Little Hero, un programa digital para niños de 9 a 11 años que les enseña a ser más empáticos, agradecidos y solidarios.
Little Hero tiene su origen en Héroe, un programa anterior creado por la psicóloga Belén Mesurado, directora de la carrera de psicología de la Universidad Austral e investigadora principal del Conicet, que promovía el bienestar psicológico y las conductas solidarias en adolescentes.
“El primer programa que nosotros diseñamos estuvo dirigido a adolescentes de entre 12 y 17 años de distintos países de Latinoamérica”, contó Mesurado. “Se implementó en alrededor de 7000 adolescentes de la Argentina, Uruguay, México, Colombia y Perú. A partir de esa experiencia, que fue muy bien recibida, pensamos en desarrollar una versión para niños, a la cual llamamos Little Hero, con la intención de trabajar aspectos similares”, agregó.
En el juego original los participantes recorrían distintas “islas” virtuales dedicadas a la empatía, la gratitud o el perdón, guiados por un personaje tipo sensei –término japonés que significa literalmente “el que ha nacido antes” y se traduce como maestro o instructor– que los acompañaba durante el proceso. El segundo videojuego está ambientado en un bosque virtual: los chicos atraviesan una serie de estaciones interactivas, guiados por un búho sabio –símbolo de la sabiduría–, donde completan misiones que promueven la empatía, la gratitud y la solidaridad.
El objetivo, explicó la investigadora, es promover las conductas prosociales desde edades tempranas. “Queríamos desarrollar factores promotores de la prosocialidad, es decir, los aspectos psicológicos subyacentes a la ayuda y la cooperación. Por eso trabajamos en el desarrollo de la empatía, las emociones positivas y la gratitud, con la intención de promover cambios conductuales y también en los procesos psicológicos que los sustentan, de modo que esos cambios sean más estables en el tiempo”, detalló.
MisionesEn este bosque los chicos tienen distintas misiones. En una de las tareas, por ejemplo, deben elegir tres actos de amabilidad para realizar durante la semana. En otra, escriben mensajes de agradecimiento a familiares, amigos o docentes. También hay desafíos creativos, como dibujos virtuales con mensajes positivos para el mundo. A lo largo de la aventura, los niños descubren que ser un héroe no implica tener poderes extraordinarios, sino algo más simple y valiente: preocuparse por los demás.
Según Mesurado, esas tareas buscan “transferir lo aprendido en el contexto digital a la vida real”. Por ejemplo, “se les sugiere a los chicos entregar la carta a la persona a la que están agradecidos, que puede ser un profesor, un amigo o un familiar. Las actividades están pensadas para que no queden dentro del programa, sino que trasciendan y haya una interacción real del niño con su comunidad”, explicó.
La eficacia del programa fue comprobada en un estudio publicado en Journal of Moral Education, con la participación de más de 300 niños de la Argentina y Uruguay. Los resultados fueron contundentes: los participantes aumentaron sus conductas de ayuda hacia los demás, mostraron mayor empatía y serenidad emocional. Además, esos cambios se mantuvieron incluso tres meses después de haber completado la experiencia.
“Como se sabe, todos los programas de intervención muestran una mejoría inmediata, pero el gran desafío es que esos cambios no desaparezcan en el tiempo”, apuntó Mesurado. “A pesar de que Héroe y Pequeño Héroe son programas breves, encontramos que sus efectos fueron permanentes tres meses después. Atribuimos esa estabilidad a que no solo promovemos cambios conductuales, sino también cognitivos y emocionales que subyacen a las conductas de los niños y adolescentes”, añadió.
La investigación mostró que más del 90% de los niños disfrutó del programa, lo encontró útil y fácil de usar, y la mayoría dijo que lo recomendaría a otros compañeros. Para muchos fue su primer encuentro con un videojuego que los invita a pensar en el otro, en lugar de competir.
“El programa fue desarrollado como un juego flexible, que puede implementarse dentro del aula o en el hogar”, continuó la psicóloga. “Puede trabajarse como una actividad extracurricular o bien complementarse dentro de alguna materia educativa. Está pensado en cuatro o cinco sesiones, con una intervención semanal, porque la idea también es que los chicos realicen tareas fuera del entorno virtual”, sostuvo.
Little Hero fue diseñado principalmente para niños de 9 a 11 años, aunque puede aplicarse también en chicos más pequeños. “Las actividades podrían aplicarse en niños de 8 años que ya hayan adquirido la capacidad de lectoescritura y estén familiarizados con la tecnología”, expresó.
El proyecto fue desarrollado con el apoyo de la Templeton World Charity Foundation y forma parte de una línea de investigación sobre educación moral y florecimiento humano que Mesurado lidera desde el Conicet y la Universidad Austral. Tras comprobar su efectividad en contextos escolares de la Argentina y Uruguay, el equipo planea ampliar su aplicación. “Nos gustaría aplicar el programa en distintos países de Latinoamérica y también en España. Incluso recibimos pedidos de Estados Unidos y Turquía, interesados en traducirlo e implementarlo en sus contextos socioculturales”, comentó.
Para la psicóloga, el mensaje de fondo es claro: “El gran desafío de la educación actual no es prohibir la tecnología, sino enseñar a usarla para construir vínculos más humanos. Los niños ya viven en un mundo digital; ayudarlos a florecer en ese entorno es una responsabilidad educativa y moral”.
Y concluyó con una idea que resume el espíritu de su trabajo: “Queremos que los niños descubran que ser buenos también puede ser divertido. Si logramos que cada chico se sienta capaz de cambiar el mundo con un pequeño acto de bondad, ya habremos cumplido nuestra misión”.