Salud: por qué un experto de la Universidad de Londres dice que los supercentenarios son “una inmensa broma” de la ciencia
NUEVA YORK.- La fascinación con la longevidad extrema nos ha atraído durante siglos. Carreras de investigación y campañas de marketing han surgido en torno a la idea de que podemos vivir vidas ...
NUEVA YORK.- La fascinación con la longevidad extrema nos ha atraído durante siglos. Carreras de investigación y campañas de marketing han surgido en torno a la idea de que podemos vivir vidas más largas y saludables emulando a las personas longevas. Es una idea reconfortante, que se utiliza con frecuencia para solicitar financiación para investigaciones y para vender libros de cocina.
Desafortunadamente, los datos sobre las personas que viven hasta una edad inusualmente avanzada son profundamente erróneos. Busqué datos sobre el 80 por ciento de las personas del mundo de 110 años o más y descubrí que en muchos casos su avanzada edad es altamente improbable. Los errores en los datos eran sorprendentes.
El hombre más anciano jamás registrado, el japonés Jiroemon Kimura, tiene tres fechas de nacimiento: una es falsa, otra es una errata y la tercera es supuestamente cierta. En 2012 fue reconocido por Guinness World Records como el hombre más viejo del mundo.
Juan Pérez, reciente poseedor del récord como el hombre vivo más viejo del mundo, nació en una selva venezolana conocida por el cultivo de coca, donde, según informes noticiosos, no tuvo identificación antes de los 54 años. Enfrentó una disputa legal por robo de identidad y fue puesto por el presidente Nicolás Maduro como ejemplo de la superioridad comunista en términos de salud. Su hito se incluyó en los libros de récords con todos los demás.
Jeanne Calment, supuestamente la mujer más longeva que ha existido, fumó durante alrededor de 100 años. Cuando se trasladó a una residencia de adultos mayores, quemó gran parte de sus documentos personales. Cuando llegó el momento de validar su caso, los demógrafos argumentaron que era muy conocida en su pueblo, por lo que habría sido difícil que se tratara de un caso de identidad robada. Y en cuanto al tabaquismo, los demógrafos dijeron que “posiblemente no inhalaba nada”. Como muchos otros, su caso es cuestionable.
Errores y anomalíasLos errores y anomalías no se limitan a casos individuales; la investigación sobre la edad extrema está llena de ellos.
Muchas de las personas más longevas del mundo se reportan oficialmente como vivas mucho después de haber muerto. El primer hombre que “sobrevivió” más allá de los 110 años en realidad murió a los 65, y durante un siglo nadie se dio cuenta del error. El hombre más viejo de Tokio estuvo realmente sepultado en su apartamento durante 30 años mientras su familia cobraba su pensión. Personas japonesas incineradas en los bombardeos estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial han “sobrevivido” durante décadas en un archivero, como zombis administrativos, sus prácticas culturales apropiadas por los occidentales para vender libros sobre sus supuestos secretos de supervivencia, como el ikigai, el concepto japonés de encontrar un propósito en la vida, y los supuestos beneficios para la salud de los camotes morados.
Incluso países que tienen un largo historial de llevar registros tienen problemas con los datos. Italianos que supuestamente vivieron vidas notablemente largas han sido descubiertos más tarde muertos en congeladores, enterrados en jardines sicilianos y sepultados tras muros napolitanos. Mientras tanto, alguien sigue cobrando sus pensiones. Siete mil griegos centenarios enviaron remesas a sus familias desde el más allá, mientras blogueros gastronómicos han proclamado que sus olivares eran el secreto de la longevidad.
Mi trabajo también resta validez al popular concepto de zonas azules, o regiones del mundo donde la gente afirma vivir vidas más largas y saludables y regularmente superar los 100 años. Los demógrafos descubrieron zonas azules entre 2004 y 2009 en Nicoya (Costa Rica), Okinawa (Japón), Ikaria (Grecia), Cerdeña (Italia) y Loma Linda (California), donde hay una comunidad adventista del Séptimo Día.
Los investigadores de la zona azul afirman que investigan minuciosamente cada posible ubicación. Pero si se examinan los registros de las regiones, surgen problemas. Grecia perdió a miles de centenarios, una gran parte del total, por una auditoría de fraude en las pensiones. En 2010 se descubrió que alrededor del 82 por ciento de los centenarios japoneses, más de 230.000 personas, estaban desaparecidos o muertos. En Estados Unidos, una de cada ocho personas que se cree que tiene 100 años tiene registros que muestran edades oficiales contradictorias o no confirmadas; esa cifra sube a una de cada tres con 109 años o más. Cuando consulté los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades correspondientes a los distritos censales de Loma Linda, descubrí que la esperanza de vida allí era normal. De hecho, en promedio, los residentes de entre el 23 y el 75 por ciento de los barrios estadounidenses viven más que los de los barrios de Loma Linda.
El antiguo concepto de zonas azules sugiere que la gente llega a los 100 años en estas áreas haciendo pequeñas cantidades de ejercicio, comiendo con moderación dietas levemente vegetarianas, asistiendo a servicios religiosos y viviendo con la familia mientras beben y socializan con los amigos. Sin embargo, datos independientes revelan lo contrario.
Okinawa es el caso emblemático. Los okinawenses son abrumadoramente ateos, tienen tasas de divorcio extremadamente altas y duplican la tasa de pobreza del promedio. En las encuestas realizadas por el gobierno, los habitantes de Okinawa comieron grandes cantidades de carne durante décadas y tuvieron el índice de masa corporal masculina más alto desde 1975 en comparación con otras prefecturas. Dos demógrafos implicados en la investigación de la zona azul reconocieron incluso que la tasa de mortalidad de Okinawa en la actualidad es poco destacable. Aunque citan las diferencias generacionales para explicar este hecho, admiten que podría haber habido errores en los informes iniciales sobre la extrema longevidad. Esa explicación me parece bastante probable.
Sin ajustesPero la revelación de estos patrones no ha conducido a un amplio ajuste de cuentas en la ciencia de la longevidad. Con demasiada frecuencia, los demógrafos se han replegado y los postes de la portería se han movido cuidadosamente. El divulgador de la zona azul Dan Buettner admitió cómo descubrió Loma Linda: no examinando los datos globales de supervivencia, sino porque su editor del National Geographic le dijo: “Tienes que encontrar la zona azul de América”. También ha hablado de Singapur como sexta zona azul, aunque un antiguo colaborador suyo se ha mostrado escéptico. Las zonas azules de Okinawa, Cerdeña y Costa Rica simplemente se desplazaron o desaparecieron cuando llegaron los datos y las críticas.
Sin embargo, las zonas azules son solo un síntoma de un problema de investigación mayor.
Durante décadas, los gobiernos han enviado a las Naciones Unidas sus mejores datos sobre población, normalmente recopilados por destacados demógrafos. El análisis de estos datos para identificar las regiones con las tasas más altas de supervivencia de los 80 a los más de 100 años revela enormes anomalías. Entre 236 países y territorios, Malawi, el Sahara Occidental y Puerto Rico se situaron sistemáticamente entre los 10 primeros lugares del mundo en alcanzar los 100 años. Malawi es más pobre que Corea del Norte. El Sahara Occidental no tiene gobierno propio. Puerto Rico sufrió tanto fraude en las pensiones y robos de identidad que canceló los certificados de nacimiento en 2010 y reinició el sistema desde cero. Que estos lugares tengan una supervivencia a edades avanzadas excepcionalmente alta no tiene ningún sentido, salvo como resultado de errores sistemáticos.
La edad es quizá el factor de predicción más importante de la salud humana, y, sin embargo, carecemos de un sistema que pueda proporcionar una verificación independiente, y en su lugar confiamos en registros en papel propensos al error y a la usurpación de identidad. Cuando los demógrafos dicen que han validado la edad de una persona, a menudo lo que quieren decir es que se han limitado a cotejar documentos; y, por supuesto, esos documentos podrían ser erróneos.
Estas conclusiones plantean cuestiones mucho más importantes sobre cómo han podido persistir durante tanto tiempo las falsas afirmaciones sobre la longevidad y los supercentenarios. Muy pocas personas del mundo académico o del público en general se han preguntado cómo un hombre sin documentos identificativos que vive en una selva venezolana puede sobrevivir a todos los atletas, alpinistas suizos ricos y guerreros de fin de semana que sorben yogur del planeta.
Las cuestiones que rodean a las afirmaciones de longevidad extrema no son ningún secreto para el campo de la demografía, por supuesto, y por eso existen esfuerzos para corroborar tales afirmaciones. Sin embargo, estos esfuerzos se basan en métodos inadecuados. Los casos se validan rutinariamente, superando las pruebas más estrictas disponibles, solo para descubrirse falsos décadas después. Se necesitan nuevas pruebas, o no se avanzará.
Tras años de crítica abierta, los problemas básicos siguen sin explicarse. En cambio, la ciencia de la longevidad extrema sigue siendo una inmensa broma.
Por Saul Newman
El autor es investigador principal del Center for Longitudinal Studies de la University College de Londres, estudió las actas de nacimiento y defunción de los supercentenarios y encontró incoherencias