Sri Lanka: diplomacia, identidad y deuda
Sri Lanka —antigua Ceilán— ha tenido el desafío, desde su independencia de Gran Bretaña, en 1948, de formular una política exterior mientras enfrentaba serios problemas de cohesión interna...
Sri Lanka —antigua Ceilán— ha tenido el desafío, desde su independencia de Gran Bretaña, en 1948, de formular una política exterior mientras enfrentaba serios problemas de cohesión interna. Así, ha debido manejarse ante poderosas potencias asiáticas como la India y China, buscando mantener su autonomía. En este contexto, algunas decisiones económicas restringen la autonomía de su política exterior.
Sri Lanka —que rechazó su estatus de dominio británico y el nombre de Ceilán al proclamarse república, en 1972— siempre ha suscitado interés por su emplazamiento estratégico en las rutas comerciales del océano Índico. Tanto para marinos árabes —desde el siglo VII— y chinos —siglo XIV— como para las potencias europeas —Portugal, Países Bajos, Gran Bretaña—, que controlaron la isla desde el siglo XVI al XX. Muestra de su importancia estratégica es que, durante el dominio británico, el gobernador de Ceilán reportaba a Londres y no a la India británica.
Sri Lanka enfrentó el desafío de mantener la cohesión social a pesar de su diversidad étnica y religiosa. En la isla, de mayoría cingalesa y budista (70%), existen tres importantes minorías: la tamil e hinduista (13%), la musulmana —de origen árabe, malayo e indio— (10%) y la cristiana/católica (7%). En un país tan diverso, donde hubo una sangrienta lucha armada entre el gobierno y rebeldes tamiles desde 1983 hasta 2009, la bandera nacional simboliza la “unidad en la diversidad”. Mientras el león dorado sobre granate representa la soberanía de Sri Lanka y a la mayoría cingalesa, el verde representa a los musulmanes y el naranja a los tamiles.
Una gran iniciativa para diversificar la economía del país, el gran puerto en Hambantota, impactaría negativamente su política exterior. El proyecto era convertir a la isla en una nueva Singapur, con grandes instalaciones portuarias para el traspaso de mercadería. Sus principales exportaciones: textiles, el famoso té de Ceilán —como la marca Dilmah—, derivados de coco y especias —canela, pimienta y clavo de olor—. A esto se suma un floreciente turismo: espléndidas playas, el atractivo Pekoe Trail —que serpentea a través de empinadas plantaciones de té—, la antigua capital de Kandy y la impactante fortaleza de Sirigiya. Pero el mencionado puerto, construido y financiado por empresas chinas, no resultó exitoso, y se debió aceptar un leasing por 99 años, a empresas chinas, para poder pagar la deuda asumida. Un ejemplo de la “trampa de la deuda”. A esto se sumó un muy mal manejo de la economía, que llevó a Sri Lanka a su primer default en la historia en 2022, y que también condicionaría su política exterior.
Así, la política exterior de Sri Lanka, tradicionalmente definida como “amistad con todos, enemistad con ninguno”, y que procuró no depender de ninguna potencia —en particular, la India y China—, debió enfocarse en recuperar su economía. La influencia india se vio, por ejemplo, en el caso de los tamiles, a los que apoyó y luego intentó controlar. La influencia china se notó en Hambantota y otros créditos para infraestructura. Ahora, Sri Lanka ve restringidos sus grados de autonomía internacional, ya que ha debido renegociar deudas con entes chinos y aceptar la ayuda financiera de la lndia para afrontar pagos internacionales y estabilizar la economía. Afortunadamente, para recuperarse, Sri Lanka ya intenta diversificar sus inversores internacionales y su comercio, interactuando —además de con China y la India— con los países de la Asean, Europa y Estados Unidos.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/sri-lanka-diplomacia-identidad-y-deuda-nid12112025/