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¿Todo es teatro inmersivo? Qué hay detrás del término de moda en la escena local

Hace casi 60 años, Carlos Perciavalle, Antonio Gasalla, Nora Blay y Edda Díaz estrenaron Help, Valentino! Se presentaba en La Recova, un sucucho ubicado en la Avenida del Libertador frente al des...

¿Todo es teatro inmersivo? Qué hay detrás del término de moda en la escena local

Hace casi 60 años, Carlos Perciavalle, Antonio Gasalla, Nora Blay y Edda Díaz estrenaron Help, Valentino! Se presentaba en La Recova, un sucucho ubicado en la Avenida del Libertador frente al des...

Hace casi 60 años, Carlos Perciavalle, Antonio Gasalla, Nora Blay y Edda Díaz estrenaron Help, Valentino! Se presentaba en La Recova, un sucucho ubicado en la Avenida del Libertador frente al desaparecido Ital Park. “Debería ponerse una plaquita allí que diga ‘aquí se cambió el humor argentino’”, afirmó Edda Díaz a LA NACION en un reportaje de 2003. No exageró. Para la escenografía contaron con la ayuda de un verdadero dream team del mundo de las artes visuales: Antonio Berni, Edgardo Giménez, Dalila Puzzovio y Carlos Squirru.

En el recuerdo de Edda Díaz, la obra se estrenó el 23 de julio de 1966. Esa noche entre el público estuvo el crítico Ernesto Schoo. Al parecer, esa misma noche percibió que, en sintonía con lo que estaba sucediendo en las experimentales aguas del Instituto Di Tella, comenzaba una nueva época en la historia del teatro argentino. Eran tiempos de la performances, del happening, de las instalaciones y de las propuestas site specific. En medios de ese territorio expresivo y de cruce artístico en ebullición con Help, Valentino! nació el café concert.

La obra en cuestión ni salía en la cartelera de los diarios (cuando los diarios tenía cartelera). Para ingresar al lugar, la gente tenía que correr la ropa que una vecina siempre dejaba colgada. “La gente decía que todo era muy ´paquete’, muy ‘divertido’. Pero era verdad lo que sucedía ahí. En ese sitio vivía yo. Cuando los espectadores se iban, sacaba las almohadas y hacía la cama en el suelo”, apuntó el mismo Perciavalle en aquel reportaje con Edda Díaz. Al poco tiempo, en lugares con nombres como La gallina embarazada, El gallo cojo o El pollito erótico el café concert fue extendiendo sus redes.

“Porque está muy de moda / y parece una ‘joda’ / todos quieren hacer / café concert”, cantaban Gasalla y Perciavalle frente a un público cómplice que seguía a estos dos creadores que marcaron la época. A tantas años de aquello, parafraseando la canción, lo que está en boga en estos tiempos es hacer obras inmersivas. O presentarlas como tales. Pululan en todos los circuitos de creación escénica. Lo inmersivo se transformó en una forma de promoción que, a juzgar por su proliferación, da sus resultados.

Se habla de lo inmersivo para referirse La sirenita, que se presenta en el Gran Rex. Pero así como sucede con este verdadero tanque de la escena comercial también se apela a ese término para hablar de las experiencias de Teatro Ciego o para referirse a Subacuática, la puesta de Fernanda Ribeiz y Luciano Cáceres que se realiza en una piscina.

En el mapa de las artes visuales, a la muestra Imagine Van Gogh se la presentó hace apenas cuatro temporadas como la primera muestra de arte inmersiva creada a partir de obras icónicas del pintor holandés. Se presentó en uno de los pabellones de la Rural, en donde hubo otras versiones inmersivas. En la agenda actual, en el Palacio Libertad (que posee una sala inmersiva) se está presentando Golosina emocional, una monumental obra inflable de Marta Minujín . Se presenta a sí misma como una propuesta inmersiva.

En el impreciso mapa de mixtura entre las visuales y las experiencias escénicas que coquetean con la vanguardia, las últimas ediciones del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) estuvieron pobladas de propuestas de este tipo. De hecho, su última edición se abrió con una experiencia en bote recorriendo las aguas del Riachuelo y en los días finales se presentó una propuesta que tuvo lugar en un hotel alojamiento de Flores (Telos, una creación imaginada y curada por Zoilo Garcés y Jorge Eiro).

Las obras de este tipo coparon las distintas ediciones de la Bienal de Performance. Al parecer, lo inmersivo, una imprecisa categoría vecina a las propuestas que se apoderan de espacios no convencionales, se puso de moda, rinde.

La inteligencia artificial, tan en boga, aporta su definición sobre esta categorización. “Es un tipo de teatro en el que el público se sumerge en el mundo de la obra y se convierte en parte integral de la narrativa. A menudo, los actores interactúan directamente con el público y el espacio escénico se utiliza de manera innovadora para crear una experiencia única y envolvente”, asegura. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) señala que lo inmersivo es un hecho escénico que hace “vivir al espectador una realidad virtual como si fuera auténtica”.

En el mapa de las experiencias escénicas por fuera de las fórmulas tradicionales, la utilización de espacios no convencionales, la interacción entre perfomers y público, el juego entre lo real y la ficción como el uso de la tecnología del momento histórico al servicio de un experiencia escénica son todos elementos constitutivos de estas búsquedas. Solo un detalle: no se hablaba de ellos como una experiencia inmersiva.

Al espectáculo Aven, de Fuerza Buta, se lo referencia como parte de esta tendencia. En esa propuesta, el director Diqui James y el musico Gabriel Kerpel son parte fundamentales de esa precisa maquinaria que está en cartel. Ambos, en septiembre de 1986, integraban el grupo La Organización Negra. Ese colectivo de fuerte impronta renovadora formó parte de un movimiento expansivo del llamado teatro under, término muy de la escena de los 80 y 90 que tendía un puente con las experiencias disruptivas del Instituto Di Tella y el café concert de los 60 y 70.

Los integrantes de La Organización Negra estrenaron su primera obra en un espacio cerrado en 1986. Se llamó UORC/Teatro de operaciones y se presentó durante dos años en el mítico Cemento, lugar clave tanto para el rock como para ciertas experiencias rupturistas. Allí, los noches de los jueves presentaban esa experiencia en la que convivían sonidos industriales en medio una radical experiencia perfomática influencia por el movimiento punk.

Existen muchas diferencias entre UORC y Aven, pero en lo que hace al uso del espacio escénico, la fricción entre público y el performer o la potencia visual y sonora son comunes a ambas. Sin embargo, UORC no se presentó ni se la referenció como una obra inmersiva. Pasaron los años y esta temporada se presentaron otros dos montajes con propuestas similares a las de Aven, la que se anuncia como el “show inmersivo más impactante”. Primero fue el turno Ser o no ser, a cargo del catalán Carlus Padrissa, de La Fura dels Baus (el grupo que terminó dando origen a La Organización Negra). Luego vino Hincha!, de Pichón Baldinú, otro exintegrante de ese colectivo. Al primer espectáculo se lo presentó como “teatro y vídeo inmersivo”. Al segundo, como “un espectáculo inmersivo que te hará vibrar”.

Lo inmersivo está de moda, no es broma. Llegó para quedarse. Y si deja de ser tendencia quizás emerja en otro momento, como el paddle (nunca se sabe).

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/teatro/todo-es-teatro-inmersivo-que-hay-detras-del-termino-de-moda-en-la-escena-local-nid29072025/

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