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Trabajar entre dos fuegos y tratar de no quemarse

Cualquier grupo de poder debe ser analizado no solo por sus ideas y propósitos, sino por su diagnóstico fundacional. Los libertarios no solo creen que el fracaso argento se debió al estatismo in...

Trabajar entre dos fuegos y tratar de no quemarse

Cualquier grupo de poder debe ser analizado no solo por sus ideas y propósitos, sino por su diagnóstico fundacional. Los libertarios no solo creen que el fracaso argento se debió al estatismo in...

Cualquier grupo de poder debe ser analizado no solo por sus ideas y propósitos, sino por su diagnóstico fundacional. Los libertarios no solo creen que el fracaso argento se debió al estatismo insustentable operado calamitosamente por la familia Kirchner, sino también a la debilidad ideológica y la cobardía política de Cambiemos. Se da así la paradoja de que los kirchneristas intentaron construir la falacia de que aquella coalición republicana y multicolor, que fue derrotada por su propia impericia económica, no era una expresión centrista sino la oscura encarnación de la dictadura militar y de la represión más siniestra. Y que los libertarios la acusan ahora de todo lo contrario: los republicanos fueron ñoños y débiles; para no ser derrotados por los violentos hay que ser tanto o más agresivos que ellos –piensan–; hay que plantarles cara a los “enemigos” y atacarlos sin complejos ni pruritos, y tener la voluntad férrea de combatir un intento hegemónico con otro de signo contrario, dividiendo siempre entre buenos y malos e imitando las técnicas del “relato” perpetuo, vicio que lleva a cualquier gobierno a la peligrosa senda de la polarización y la contabilidad creativa, de la media verdad, del carpetazo y la mentira, y de esa insana compulsión por editar la realidad a cada rato.

De esta nueva situación política –una democracia de extremos– deriva la sensación de estar entre dos fuegos y la necesidad permanente de desmenuzar el pescado para separar la carne de las espinas y los cartílagos. Nuestra memoria, frente a la triste jornada vivida en Plaza del Congreso, nos remite inmediatamente a las 14 toneladas de piedra, pero aquel episodio fue una acción coordinada dentro y fuera del recinto, tuvo por objetivo desbaratar por la fuerza el debate y la aprobación de una ley, y fue, por lo tanto, un golpe al Parlamento de la Nación. La marcha del miércoles no fue un intento de golpe de Estado, como quieren creer incluso algunos (ex) republicanos, sino una protesta salvaje, que involucró acciones desestabilizadoras para sembrar el caos, pero sin conexión con las peripecias internas de los legisladores, que dicho sea de paso andaban a las trompadas por egos y estupideces.

La sola presencia de “caciques del tablón” es garantía de deslegitimación de cualquier causa noble: son los ejércitos mercenarios de la droga y el apriete, y han sido socios principalmente de los punteros peronistas y del sindicalismo más pesado

Una revisión que deberían hacer los progresistas, por otro lado, es sobre las malas compañías que aceptan: el gobierno libertario no termina de aportar pruebas contundentes acerca de la participación directa de barrabravas, pero no cabe la menor duda de que los organizadores incentivaron a malandras de cancha para que usaran a los jubilados como escudos humanos y rompieran todo. La sola presencia de “caciques del tablón” es garantía de deslegitimación de cualquier causa noble: son los ejércitos mercenarios de la droga y del apriete, y han sido socios principalmente de los punteros peronistas y del sindicalismo más pesado en las barriadas pobres durante las dos últimas décadas. Son la guardia pretoriana de la mafia, y por lo tanto una mancha venenosa. Pero los cabecillas no parecen haber marchado, aunque podrían haber enviado a terceras y cuartas líneas. Los voceros oficiales no deberían afirmar –como lo han hecho desde el minuto cero– lo que no pueden confirmar, y la izquierda más racional no puede mezclarse con semejante gentuza. La otra izquierda, la de sesgo trotskista, está siempre feliz de poder incendiar el país y victimizarse más tarde por la represión (no cree en la democracia, aunque se sirva de ella), y se vale últimamente de matones que ha prohijado desde que también practica el más infame clientelismo político en zonas lúmpenes: algunos fueron invitados a asistir con las “camisetas del club de sus amores” y dispuestos a fabricar cascotes y prender fogatas. Es verosímil que ciertos barones del conurbano hayan enviado también a sus agitadores; se trata de una larga tradición pejotista y consiste en que los gangsters protegen administraciones propias y boicotean a las ajenas. Pero también se necesitan datos concretos aportados a la Justicia para que se le pueda creer a esa máquina de ficción exitosa e incesante que funciona dentro de Balcarce 50, en un contexto donde el mileísmo necesitaba un triunfo urgente que cambiara la tendencia y limpiara el mal sabor de varias semanas de traspiés autoinfligidos: el criptogate, que puso en cuestión tanto la pericia como la ética del Triángulo de Hierro; el caso del misterioso avión en insólita situación de tránsito con azafata libertaria y espías de película, y el apuro por cerrar un acuerdo con el FMI en un contexto de volatilidad y desconfianzas del mercado, que pone en tela de juicio “el mejor plan económico de la historia universal”.

La palabra oficial, el día después, no tuvo la menor conmiseración con los heridos y magullados: algo habrán hecho

Dar una señal de fortaleza y ganar una batalla callejera contra los “zurdos”, ¿fue una misión deliberada? ¿Explica eso la sensación de que no se actuaba esta vez en defensa propia sino a la ofensiva? La palabra oficial, el día después, no tuvo la menor conmiseración con los heridos y magullados: algo habrán hecho. Y al Presidente se lo vio directamente exultante el viernes, cuando en lugar de apaciguar y ofrecernos una visión reflexiva –mientras un fotógrafo lucha por su vida en el hospital Ramos Mejía–, siguió arrojando más nafta al fuego con simplismos y jactancias: “Hoy me vine acompañado por gente (funcionarios) que irrita a zurdos por doquier. Van a decir, éste es un provocador. ¡Me encanta!”. Quizá sus encuestadores le han dado una buena noticia. Que la mayoría convalida su política, aun en los excesos, del garrote. Bueno sería recordarle al León que históricamente una parte de la sociedad ha pedido leña, como cuando reclamaba un golpe militar y una represión sin remilgos, o la Guerra de Malvinas, y que después no se hizo cargo de las consecuencias; se volvió contra sus mandantes, los condenó al infierno,y siguió con su vida sin admitir responsabilidades.

La respuesta del Estado, frente a actos violentos o eventualmente sediciosos, debe ser profesional y proporcionada, y debe ir siempre acompañada con información escrupulosa y fidedigna que la opinión pública pueda auditar. Esto no se trata de una contienda a todo o nada entre valientes y cobardes, ni entre verdades parciales y noticias falsas. Y al periodismo no le queda hoy otra cosa que aguzar el espíritu crítico, desconfiar de todos, y aprender a trabajar entre dos fuegos, si no quiere quemarse.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/trabajar-entre-dos-fuegos-y-tratar-de-no-quemarse-nid15032025/

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