Alta Fidelidad. Pop Arlt: una rosa roja para Osvaldo Bayer
En 1957, el artista inglés Richard Hamilton incluyó por primera vez la palabra “pop” en una obra destinada a exhibirse en un espacio de arte. El collage era un montaje de publicidades, histor...
En 1957, el artista inglés Richard Hamilton incluyó por primera vez la palabra “pop” en una obra destinada a exhibirse en un espacio de arte. El collage era un montaje de publicidades, historietas y objetos de la entonces novedosa (para Europa) consumer’s society. Su obra y sus versiones adaptadas a lo largo del tiempo forman parte de la colección de la Tate Modern, pero el original integró una exposición seminal en Whitechapel Gallery: This is tomorrow. El nombre de la pieza resulta tanto o todavía más inolvidable: ¿Pero qué es lo que hace a los hogares de hoy tan atractivos, tan diferentes?
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En una adaptación sepiada de aquel collage primo hermano del rock and roll (Brian Ferry, alumno de Hamilton en la escuela de Arte, grabaría -la canción pop- “This is tomorrow” en 1977), me pregunto ahora después de bajar de golpe de un colectivo sobre la calle Pampa antes de llegar a destino en la intersección con Cabildo: “¿Pero qué es lo que hace a las librerías de viejo tan atractivas, tan diferentes?”. Es casi la expresión opuesta de aquella de Hamilton, más cerca del Contra Amazon de Jorge Carrión que de una exaltación del algoritmo que nos ahorra la peregrinación por lugares marginales del régimen digital.
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Siguiendo con las adaptaciones, una grúa de Vialidad Nacional escenificó las escenas de Farenheit 451 de Ray Bradbury (1953) esta semana cuando un monumento en memoria del escritor Osvaldo Bayer fue arrancado de cuajo en los confines de la ruta 3. La quema de libros en los días de la reorganización nacional se había ajustado un poco más al guion original que esta versión acaso también inspirada en la guerra de las estatuas que asoló EE.UU y Europa en las semanas posteriores al asesinato de George Floyd. Es que el gesto iconoclasta puede mover su aguja de un extremo al otro. Pero lo que vemos en esa escultura de Miguel Jerónimo Villalba exigiendo potencia al motor de la grúa para que el rostro de Bayer se estirase como si se lo quisiera deformar hasta lo irreconocible es, además de burocracia bárbara, una nueva monumentalidad. Al monumento, al busto del siglo XIX le sobrevino este estilo hiperrealista donde lo pop se manifiesta en su ineludible huella histórica.
Es el mismo modus operandi de la Evita de Alejandro Marmo que se ve desde muy lejos contra las paredes del Ministerio de Desarrollo Social en la 9 de Julio. Una forma escultórica que sigue a la fotografía, a la historieta, al cine, al pop art, al fin. Las figuras de acero calado reconocibles como una serigrafía son propias de otro tiempo, tienen en su ADN las cualidades del poster, un pin o hasta un meme del siglo XXI. Su tradición es otra, viene del collage de Hamilton antes que los bronces de Bourdelle si se quiere.
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Como en una escena de Farenheit, un policía de guardia obstaculiza la vitrina de la librería de viejo que captó mi atención desde el colectivo 44. La situación es por demás incómoda pero supongo que pura casualidad. Está haciendo la cuadra y se detuvo allí. Sin embargo, puedo divisar el objeto que me arrebató para bajar una parada antes. Una tapa amarillo mostaza que visible desde kilómetros (como el Bayer de Villalba o la Eva de Marmo) con una tipografía e ilustración de notoria cualidad pop. Es la edición 1976 de Los Siete Locos de Roberto Arlt publicada por el Círculo de Lectores. La ilustración está firmada por Oscar Smoje al borde de la solapa de un personaje al que en lugar de cabeza le ha puesto una rosa roja apretada por dos manos entrelazadas. Smoje es un maestro del diseño y las “artes aplicadas” (¿?) y su tapa de la edición de Pomelo (Yoko Ono) para De la Flor rankea muy alto en el pop argentino.
Los dos están en mi biblioteca habitando un borde entre los libros y las obras de arte (para mí, indistinto). Como el escritor y ensayista Carlos Gamerro explicó en una entrevista más o menos reciente con el suplemento Ideas, Los siete locos es una brújula para leer el presente. Es al fin, como Facundo y Martín Fierro, uno de esos libros que “inventaron la Argentina”. Esta edición ilustrada por Smoje (en una estética alineada a Cancela & Mesejean, Juan Gatti y Renata Schussheim) termina de hacer sentido en una fórmula que había echado a mano tiempo atrás para precisar al grupo Don Cornelio y La Zona como última manifestación del underground de los 80: Pop Arlt. El escritor furibundo y el grupo que se despidió al grito de Patria o Muerte (su segundo álbum), en 1988, del mismo barrio de Flores. Como esa rosa rojísima que emerge como un faro en la tapa del libro que observo ahora pegado a mi laptop.