Nuestro cerebro no distingue entre lo real, lo imaginario o lo virtual. Aquello que pensamos, imaginamos o recordamos, lo procesa como si estuviera sucediendo ahora mismo. Esa manera tan particular de funcionar explica por qué muchas veces vivimos en alerta, aunque no exista un peligro real.
Un ejemplo simple: estoy trabajando, todavía tengo tiempo, pero mi mente empieza a decirme que no voy a llegar, que podrían despedirme, que soy una mala madre por no dedicar más tiempo a mis hijos. Nada de eso está ocurriendo, pero mi cuerpo reacciona como si fuera verdad. Se acelera el corazón, se tensan los músculos, se libera cortisol. Esa es la ansiedad: una reacción biológica frente a un futuro imaginado.
Qué es mindful walking: la práctica que mejora la salud y fortalece el cerebro
Desde la neurociencia sabemos que toda experiencia sigue un mismo circuito —percepción, evaluación, emoción y acción— y que cada paso está profundamente conectado con nuestra biología. No reaccionamos ante los hechos, sino ante la interpretación que hacemos de ellos. Esa interpretación genera emociones; las emociones modifican la química del cuerpo; y el cuerpo, en su sabiduría, responde buscando protegernos.
Cuando una persona “no puede digerir” una situación —una discusión, una pérdida, una traición—, su cerebro puede aumentar el ácido clorhídrico como si necesitara digerir mejor. El resultado puede ser acidez o gastritis.
El cerebro no diferencia si lo que hay que digerir es un alimento o una emoción: solo busca ayudarnos a sobrevivir.
Por eso, las enfermedades no son errores ni castigos. Son respuestas inteligentes del cuerpo ante lo que el cerebro percibe como una amenaza. Comprender eso cambia nuestra manera de mirar el dolor, los síntomas y la vida misma.
La buena noticia es que el mismo cerebro que genera una reacción también puede transformarla. Gracias a la neuroplasticidad, podemos crear nuevas conexiones neuronales, cambiar la historia que nos contamos y reescribir, literalmente, nuestra biología.
Cada tensión, cada emoción, cada enfermedad es un mensaje: cuando dejamos de pelear con el cuerpo y empezamos a escucharlo, descubrimos que siempre fue nuestro mejor aliado. Esa comprensión es el corazón de la Decodificación Integral, una disciplina que creé para integrar los aportes de la neurociencia, la programación neurolingüística y la hipnosis en un método capaz de revelar el sentido emocional y simbólico detrás de cada síntoma, bloqueo o conflicto.
Si entendemos que todo lo que nos sucede tiene una explicación y que podemos intervenir activamente en nuestro bienestar, esta información es un conocimiento esencial que todos deberíamos tener. Es una herramienta de conciencia y de armonía, que no solo nos permite cuidarnos y vivir en libertad, sino también, acompañar a otros en sus propios procesos de transformación.
Se trata de una disciplina que puede estudiarse. Por caso, en la Fundación Columbia está el Diplomado en Decodificación Integral, una propuesta vivencial y multidisciplinaria que combina teoría y práctica en un proceso de profundo impacto. Se trata de un aprendizaje que no solo brinda herramientas, sino que transforma la forma en que habitamos el cuerpo, los vínculos y la vida. A través de clases en vivo, campus online y una comunidad activa de acompañamiento, los participantes experimentan en sí mismos las técnicas que luego podrán aplicar para acompañar a otros. Arranca en mayo de 2026 y la modalidad puede ser online con opción presencial.
Porque todo en la vida tiene un significado y un propósito; y cuando descubrimos el sentido de lo que nos pasa, incluso el dolor puede convertirse en una oportunidad de crecimiento y transformación.
En definitiva, todo en la vida tiene un significado y un propósito; y cuando descubrimos el sentido de lo que nos pasa, incluso el dolor puede convertirse en una oportunidad de crecimiento y transformación.
La autora es creadora del Diplomado en Decodificación Integral, docente de la Fundación Columbia.