El libro que es boom en TikTok y está funcionando como un espejo para muchos adultos
“Tuvimos buenos momentos juntos. Nos reímos y disfrutábamos. Viajábamos. Pero, siempre había algo que me hacía sentir angustia. Creo que no me sentía respetada como persona cuando era chica...
“Tuvimos buenos momentos juntos. Nos reímos y disfrutábamos. Viajábamos. Pero, siempre había algo que me hacía sentir angustia. Creo que no me sentía respetada como persona cuando era chica. Ya de adulta, durante mucho tiempo me sentí culpable por no sentir ese amor que otras personas tienen por sus padres. Algo que no se puede decir en voz alta, porque parece antinatural. Recién ahora me doy cuenta que tiene que ver con la forma en que me trataban”, cuenta Laura F., de 43 años, contadora, madre de dos hijos.
La descripción que hace de su infancia encaja perfectamente con el fenómeno que relata un libro de psicología que, a una década de haber sido publicado, se convirtió en tendencia y en un boom de ventas en Estados Unidos. ¿Por qué? Por relatos hechos en las redes sociales donde miles de adultos cuentan su historia y leen algún fragmento del libro con el que se sienten increíblemente identificados. El libro se llama “Hijos adultos de padres emocionalmente inmaduros”, de la psicóloga Lindsay Gibson y vendió más de 1,2 millones de ejemplares.
“Hijos adultos de padres emocionalmente inmaduros” se convirtió en este tiempo en un espejo en el que miles de adultos creen verse reflejados, aunque según advierten algunos especialistas podría estar reflejando el resultado de un estilo de crianza de una generación, en el que las necesidades emocionales no se jerarquizaban tanto como las físicas. Tampoco se debe perder de vista, advierten, que ser adultos, criar hijos, no siempre es lo mismo que ser personas emocionalmente maduras, como el mandato social asume. Que la paternidad y maternidad no siempre llegan en una etapa de madurez o no siempre son deseadas, y que ese es un rol que se aprende en la marcha.
“Los padres infantiles son padres que no pueden cumplir las funciones parentales, porque han sido sobreprotegidos o traumatizados de niños. Y en consecuencia, dejan desprotegido al hijo a su propia capacidad de cuidarse”, explica Eva Rottenberg, directora de la Escuela para Padres, autora de un libro similar en Argentina: Hijos difíciles, padres desorientados; Padres difíciles, hijos desorientados.
Los especialistas también advierten que el planteo del libro puede generar un exceso de identificación (que todos crean verse identificados). También un error de interpretación “si simplemente nos enfocamos en las características del padre, y no en el vínculo, en el apego”, explica el neuropsicólogo Diego Herrera. Ya que padres y madres muy jóvenes o con las experiencias de vida más variadas, pueden generar vínculos afectivamente positivos que los ayuden a desarrollarse e independizarse, más allá de quién y cómo sean ellos como padres.
¿Cómo darse cuenta de que uno es hijo de padres emocionalmente inmaduros?“Es una forma de maltrato es muy sutil, no te das cuenta en el momento. Y sentís que hay algo malo en vos. Mis padres mostraban amor a su forma, no digo que no me quisieran, pero las cosas siempre eran como mi mamá quería, los festejos, los amigos, la ropa. Incluso mi papá me hacía regalos costosos, que yo ni había deseado, pero igual me los echaban en cara, tipo, te damos todo y no sos agradecida. Siempre estuve rodeada de amigos, de familia, tengo mi propia familia, pero vivo y lucho con un sentimiento de soledad”, describe Laura F.
Gibson aclara que su libro no parte de una investigación sino de su propia experiencia de 30 años de consultorio. Hace unos años tuvo una “epifanía” que dio origen al libro. “Escuchaba a mi paciente y quedé asombrada por la inmadurez de los padres. El papá actuaba como alguien de cuatro años, y su madre como de 14. De pronto, se volvió claro: estaba lidiando con padres que, psicológicamente, eran menos saludables que sus hijos. Fue como decir, ¿por qué estas personas están en terapia?
Sus padres tienen problemas mucho más serios, y están proyectando culpa y negatividad en sus hijos, confundiendo y fomentando síntomas, como depresión y ansiedad”, dijo la autora en una entrevista con la cadena ABC News. La conclusión para ella era obvia: “Las personas equivocadas estaban en terapia”.
Justamente, hace unas semanas The New York Times publicó un artículo sobre el fenómeno al que tituló: “No fuiste tú. Fueron tus padres”. Había que cambiar la perspectiva sobre los padres, esto es, “dejar de asumir que son personas que crían desde una madurez emocional. Esto cambió mi forma de trabajar con los pacientes”, dice Gibson. “Me di cuenta que estaba tratando con personas que no reflexionaban sobre sí mismas, que eran egocéntricas y que tenían muy poca empatía”.
Visualizar el rol de los padres en el cuadro de síntomas, no significa “absolver” al paciente, aclara. Tampoco es posible traer al diván a la fuerza a los padres. Pero, el cambio de perspectiva sirvió para que los pacientes identificaran cuáles eran sus propias conductas que tenían que ver con la inmadurez de sus padres.
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♬ Creepy and simple horror background music(1070744) - howlingindicator“Este libro me ayudó a racionalizar y observar a mi madre de una manera un poco más neutral. Te da ideas sobre cómo observar de manera más objetiva en lugar de quedarte atrapada en la dinámica de todo, sin dejar que te alteres y te enojes”, dice Amber Nuño, una usuaria de Tik Tok, que en 2021 descubrió este libro y leyó fragmentos del libro en esa red.
“Si no conocés estos conceptos, quizá tu conclusión sea que hay algo muy malo con tu padre o algo terriblemente malo con vos. Pero cuando entendés que la inmadurez emocional es un fenómeno, lográs un poder conceptual sobre tu experiencia. Ya no vas a reaccionar automáticamente. En cambio, podés visualizar el problema, dejar de tomarlo como algo personal, ver que tu padre tiene problemas con la intimidad emocional o que no controla su angustia. La psicoeducación permite que las personas empiecen a mirar a sus padres de una manera diferente, no para etiquetarlos, sino para entender las limitaciones y reconciliarse con la idea de que no hay padres ideales. Eso sana heridas y permite cambios”, explica Gibson.
“Todos tenemos necesidades profundas de conexión, de ser vistos y validados por los nuestros. Y cuando el padre no puede generar un vínculo profundo, ese niño queda abandonado en un lugar de soledad emocional”, dice Gibson.
“Este planteo no es nuevo”, dice Rottenberg, que es coordinadora Psicoanálisis Multifamiliar de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). “Los padres infantiles son padres que no pueden cumplir las funciones parentales, porque han sido sobreprotegidos o traumatizados de niños. Son padres que no pudieron desarrollar su verdadero self (un concepto psicológico que se refiere a la experiencia de ser uno mismo, y que se define como los sentimientos, la validez, la capacidad y el grado de satisfacción que una persona tiene sobre sí misma), porque no pudieron desarrollar su potencialidad. En consecuencia, no pueden desarrollar correctamente las funciones parentales. El hijo vive todo eso con un sentimiento de mucha soledad. Y hasta culpa”, explica.
Y agrega: “No es que tenemos a la persona equivocada en el diván. Sino que, quien pide ayuda tiene que poder desidentificarse del trauma del padre. En el diván siempre están el hijo y el padre”, dice.
“Este tipo de vínculo, muchas veces genera una interdependencia patológica”, explica. Y aclara que no siempre estas experiencias en la infancia se replican. “Sucede que los hijos, de chicos, sintieron que tenían que aprender a arreglárselas solitos. Algunos se enferman y desarrollan síntomas. Otros aprenden a suplir esa falta, logran desarrollarse y diferenciarse del modelo paterno. También, algunos desarrollan un falso self, es decir, parece que se arreglan muy bien, pero cuando aparece un problema hacen un quiebre y necesitan ayuda”, detalla Rottenberg.
“Este libro utiliza una serie de conceptos que tienen vigencia ya hace unos 40 o 50 años en el campo de la terapia familiar o de la psicoterapia”, explica Martín Wainstein, titular de la cátedra de Psicología Social de la UBA.
“La autora describe cuatro características que yo las reformularía un poco como los padres hiperexigentes, que generan una crianza excesivamente normativa y perfeccionista; los padres ausentes o evitadores de conflicto, que se ausentan de la crianza, dejan a los chicos sueltos en el dejar hacer; los padres invalidantes, o sea aquellos que tienen una especie de crítica continua a la conducta del niño, que crean un contexto invalidante, estos son fuertemente dañinos y provocan serios trastornos de la personalidad; y después los padres que están emocionalmente desregulados, que también tienen una función invalidante, que frente a cualquier circunstancia que no deberían motivarlos, responden con emociones violentas. Acá hay que sumar también el grupo de adicciones, alcoholismo. Estas categorías de padres emocionalmente inmaduros, como llama la autora, llevadas a una forma extrema, describen trastornos de la personalidad”, describe.
Y agrega: “Se supone que una familia debe llevar adelante una crianza eficiente que facilite la diferenciación, o sea que el niño pueda desarrollar su propia identidad diferente de la de sus padres, y por otro lado que garantice la autonomía, o sea que este niño puede independizarse y convertirse en un adulto. No todas las crianzas facilitan esto, y ahí es donde aparecen los yerros del proceso de crianza. Por ejemplo, la sobreinvolucración. No permiten que el hijo sea autónomo y se anticipan a cualquier necesidad e impiden el aprendizaje. Es el chico sobreestimulado, sobreprotegido, que es una de las formas muy serias actuales de desprotección”, dice.
“El libro introduce variables que son relevantes para una crianza saludable o funcional, pero deja de lado otras variables que intervienen en la maduración emocional y el desarrollo, como el bagaje genético, el temperamento, otras relaciones sociales de los hijos, la socialización secundaria como amigos, compañeros de jardín, colegio, primos”, apunta Herrera, que es director de Equipo Interdisciplinario Cognitivo Comportamental (EICC).
Hay que tener especial cuidado con los libros que suelen volverse una moda por el extremo etiquetamiento que realizan, y la ausencia de investigación que lo sustenta, advierte. “El libro clasifica tipos de padres inmaduros, pero esa clasificación no se encuentra basada en investigación, a diferencia de otras tipificaciones donde sí, como las investigaciones de John Bolwby y la teoría del apego, desde 1952 a la actualidad. El autor define al apego como el vínculo afectivo entre un niño y un cuidador, e investiga y tipifica los tipos de apego, los comportamientos de los cuidadores y los niños. Investigaciones más actuales han llevado estos estudios a las relaciones de pareja y extrapolado los resultados a otras relaciones sociales. Así es como Bowlby se centra en el tipo de vínculo más que en las características del cuidador o del niño”, apunta Herrera.
Y agrega: “En cambio, la tipificación de padres inmaduros que realiza Gibson no son constructos teóricos sustentados en investigación. Culpar a los padres supuestamente inmaduros es un mecanismo evitativo para que la persona no se responsabilice de lo que sí puede hacer, a esto en ciencia lo llamamos locus de control interno. Es importante detectar la funcionalidad en los vínculos, pero no alcanza con poner la responsabilidad sobre los padres que un adulto ha tenido en su infancia. Es como dice Marsha Linehan, aunque los pacientes no hayan sido los causantes de la sintomatología vivida, deben hacerse responsables de la misma, como adultos”.