Federico Mancuello, sin tantos minutos pero en un rol fundamental: “Siento que es mi mejor momento en Independiente”
“Volver a jugar a nivel internacional es un paso adelante y una posibilidad muy grande para el club de consolidarse, de tratar de que esto no sea una excepción y de que podamos jugar copas todos...
“Volver a jugar a nivel internacional es un paso adelante y una posibilidad muy grande para el club de consolidarse, de tratar de que esto no sea una excepción y de que podamos jugar copas todos los años”, dice Federico Mancuello, con 36 años recién cumplidos, sin dejar de admirar el colorido de las tribunas del Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini bajo el sol del mediodía. Tras dos años de ausencia, Independiente regresa al que considera casi como su “territorio natural”, la competición continental. No será en Copa Libertadores, su trofeo predilecto y el objetivo a alcanzar pensando en el año próximo, sino en la Sudamericana, el último trofeo que levantó a nivel continental (2010 y 2017), el torneo en el que tuvo las participaciones más recientes, con resultados mediocres. Y nadie del actual plantel conoce mejor que el zurdo nacido en Reconquista el significado que tiene para el Rojo este regreso a las marquesinas del continente.
Con más de 200 partidos en tres etapas diferentes, Mancuello ha pasado buena parte de su vida en el equipo del cual es hincha desde que tiene conciencia y al que llegó con 14 años para atravesar todas las divisiones inferiores y debutar en Primera. Tuvo una participación menor en el título de la Copa Sudamericana 2010, sufrió todo el proceso que acabó con el descenso en 2013, colaboró con el retorno a Primera en 2014, emigró en 2016 y regresó en 2023, cuando una nueva posibilidad de perder la categoría acechaba al Rey de Copas. Conoció la desesperación y los insultos, pero ahora le toca vivir una época más serena, en la que abundan las sonrisas y lo bañan los aplausos cada vez que su nombre resuena en los parlantes del estadio.
“En lo personal siento que este es mi mejor momento en Independiente, sobre todo porque volver fue una decisión mía. Yo estaba cómodo en México, pero el club vivía una situación compleja, había inestabilidad en lo dirigencial y el equipo estaba jugando otra vez para no descender, así que lo consensué con la familia y nos vinimos. Sentía que el hecho de regresar podía generar nuevas energías, tanto en la dirigencia como en los compañeros y por suerte salió todo bien. Se logró superar aquel momento y los pasos que se dieron en los siguientes campeonatos fueron firmes y hacia adelante en la construcción de un Independiente mejor”, resume su presente Mancuello, en charla con LA NACION.
–Es curioso que tu mejor momento en el club sea cuando quizás menos minutos tengas en el equipo.
–A ver, en lo deportivo, el punto máximo de rendimiento que alcancé en Independiente fue en 2014, después de regresar de la B. Tenía 12 años menos, me sentía muchísimo mejor y era un fútbol totalmente distinto al actual. Está claro que a los futbolistas nos gusta jugar, y cuando no jugamos nos sentimos incómodos, pero ahora es otra etapa, y aunque me toca jugar un poco menos creo que sigo ayudando al equipo, con goles, con asistencias. Me siento útil. Hoy estoy en un rol de liderazgo, y un líder tiene que dejar de lado sus propias sensaciones y poner el grupo por delante. Entonces hay que correrse un poco e interpretar las situaciones que se presentan. Somos 30 en el plantel, y tal como está el fútbol, los detalles y las características que tengamos los distintos jugadores marcan la diferencia dentro de la cancha. El entrenador decide una estrategia de juego y elige quiénes son los que mejor la pueden llevar a cabo. Si queremos competir bien, todos tenemos que estar preparados.
–¿Creés que ese papel que hoy desempeñás dentro del grupo es el que la gente te reconoce con aplausos en cada partido?
–Yo creo que la gente reconoce el momento en el que volví. Para mí es muy gratificante sentir el cariño que me brindan los hinchas.
–¿El cariño de ahora compensa los insultos que recibían cuando corrías por la banda izquierda en los tiempos del descenso o de la B Nacional?
–Qué sé yo. En aquel momento la gente insultaba a un chico que no tenía el conocimiento de lo que estaba haciendo en medio de una situación muy fea, muy difícil. En los clubes formadores los chicos que suben a Primera están protegidos. Saben lo que tienen que hacer, el equipo los cuida y todos juegan a lo mismo. Nosotros en aquellos tiempos estábamos desprotegidos. De los pibes de mi categoría debutamos 9 o 10; de la siguiente, otros tantos. Nos ponían para salvar al equipo. Lo que me transmitía la gente me generaba tristeza, dolor, había noches que casi no podía dormir por la angustia, pero ahora que soy más grande puedo decir que en aquel tiempo yo entraba a la cancha desnudo. A mí me tranquilizaba que el entrenador seguía poniéndome en todos los partidos, pero hubo chicos que jugaban mejor que yo y entraban igual de desnudos que no lo soportaron, no tuvieron herramientas para aguantar lo que generaba esa situación. Hoy, después de mucho tiempo, puedo decir que estoy feliz de haber superado aquello y vivir este presente.
–¿Cuándo dejaste la desnudez?
–Hubo un entrenador, Jorge Almirón, que un día comenzó a hacerme preguntas: “¿Vos por qué jugás así? ¿Por qué hiciste las cosas de esta manera y no de esta otra? ¿Qué hacés si la pelota está acá? ¿Y si está allá? ¿Y si el equipo hace o va a hacer tal cosa?”. Yo contestaba “no sé” a todo. Ahí fui consciente de que no sabía nada. Él me mostraba videos, me orientaba, me cambió de posición en el campo, me hizo interpretar el juego. Entonces, empecé a tener más tiempo dentro de la cancha, porque entendía lo que iban a hacer los otros y lo que iba a hacer mi equipo, y apoyado en esos segundos de más para resolver es donde puede verse la calidad técnica que tiene cada uno. En definitiva, me hizo mejor jugador.
–¿Los pibes de hoy llegan mejor vestidos a Primera o todo sigue más o menos igual?
–En el caso nuestro creo que hoy vienen un poco mejor porque hay mucha más información. Además, tenemos un entrenador que si no los ve preparados, no los pone en el primer equipo. Y también porque hay una base de líderes en el grupo que le prestan atención al tema, que estamos encima de esas situaciones para que los chicos puedan crecer y no verse endebles dentro de la cancha.
–¿Lo que contabas de la desprotección de los pibes años atrás explica por qué, a diferencia de lo que ocurre en otros equipos, en Independiente no se dieron muchos casos como el tuyo de jugadores formados en el club que decidieron volver? Es como si no se hubiese cultivado el sentido de pertenencia.
–Empecemos por aclarar de qué estamos hablando. Sentido de pertenencia no es ser hincha de un club -en nuestro caso, de Independiente-. Es que el club te abrace y te dé la posibilidad de sentirte bien para que vos puedas dar lo mejor. Si el club no tiene las condiciones para abrazarte y hacerte sentir bien, después es difícil pedirle al jugador que te dé un plus. En esos años del descenso nosotros representábamos al club dentro de la cancha, pero el club no nos daba las condiciones para brindarle a la gente el equipo que quería ver y cada uno reaccionaba a su modo. Yo llegué acá con 14 años, y a mí Independiente, si bien con dificultades, me contuvo en mi crecimiento, me enseñó un montón de valores. Yo le estoy agradecido y es por eso que, en cierta forma, quiero devolver lo que me dieron y transmitirles a los chicos de las inferiores lo que aprendí. También para que el día de mañana tomen la misma decisión que yo y quieran volver.
–Hablemos un poco de fútbol, ¿cambió la manera de mirarlo que tienen los hinchas?
–En el público en general creo que sí, porque hay un montón de cosas que rodean al fútbol que antes no existían y que hoy son distractores. El hincha de Independiente me parece que se pone contento si le ofrecen lo mismo que quiso siempre: ver un equipo agresivo en la búsqueda del arco rival a través de pases y asociaciones, y que se tire de cabeza para recuperar la pelota cuando no la tiene.
–A veces parece que se celebra de manera muy exagerada un 1-0 de casualidad después de un mal partido.
–No lo veo tan así. El día que le ganamos 3 a 0 a Vélez la gente se fue distinto que en los partidos que ganamos 1 a 0. Lo que pasa es que hoy el público está necesitado de triunfos y tal vez lo festeja por el hecho de la victoria en sí, porque viene sobre todo a ver ganar a su equipo.
–Eso abre un debate sobre el famoso “paladar negro”.
–Hay una cuestión. Los que en su día pudieron disfrutar a los equipos gloriosos de Bochini, Bertoni, Burruchaga o Marangoni se encuentra con un fútbol que no tiene nada que ver con lo que pasaba antes. Es totalmente distinto desde lo físico. Hoy son 22 atletas corriendo detrás de la pelota a una intensidad más alta gracias a la evolución que trajo la tecnología y los conocimientos en las estrategias de recuperación del jugador, sumado a que el técnico tiene la posibilidad de cambiar a cinco de los once que iniciaron el partido, lo que permite que el 50% del equipo esté fresco hasta el final. También es distinto desde lo emocional, porque no es lo mismo jugar un partido con la cancha al 40 o 50% de su capacidad que hacerlo todos los partidos con el estadio siempre lleno, porque eso te genera reacciones diferentes y mantiene muy alto el nivel de tensión. Y hay algo más. Hoy todos los equipos cuentan con herramientas para igualar la calidad del rival. Antes, esa calidad marcaba una diferencia abismal en relación con el resto. Ahora yo te pregunto: decime un jugador que saque una diferencia abismal como la que marcaban Bochini y hasta los que estaban dos escalones más abajo. Te cuesta mucho encontrarlo en el fútbol argentino.
–Con todas estas aclaraciones, ¿cómo y para que está hoy Independiente?
–Estamos bien, con muchas ganas, muy ilusionados para enfrentar todo lo que viene. Es un grupo más serio que el del campeonato pasado, cuando nos costó entender la magnitud que tiene el club y lo que representa. Eso se ve reflejado en la cancha porque hay rotaciones y el equipo sigue funcionando. Y en cuanto al para qué, estamos para competir contra cualquiera. Después, el formato del campeonato les da la posibilidad de ser campeón a todos. Me pasó cuando estuve en Vélez. En la Copa de la Liga fuimos, lejos, el mejor equipo, nueve puntos por encima del segundo en la zona y seis del que ganó el otro grupo. Jugamos cuartos de final contra Racing, que había sacado diez puntos menos, nos perdimos un montón de goles y nos ganaron por penales.
–¿Y en la Sudamericana?
–En lo personal siento una alegría grande, una satisfacción enorme de volver a representar al club en el ámbito internacional después de todo lo que venía pasando en los últimos años. Y para todos los jugadores es una responsabilidad mayor, porque tenemos la gran oportunidad de volver a poner a un gigante como Independiente en lo más alto.