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Los mil días de Juan

Cuando Juan tenía dos años, sus padres comenzaron a notar que algo en él era diferente. No hablaba como otros niños de su edad, pero esa no era su única particularidad. Mientras otros pequeño...

Los mil días de Juan

Cuando Juan tenía dos años, sus padres comenzaron a notar que algo en él era diferente. No hablaba como otros niños de su edad, pero esa no era su única particularidad. Mientras otros pequeño...

Cuando Juan tenía dos años, sus padres comenzaron a notar que algo en él era diferente. No hablaba como otros niños de su edad, pero esa no era su única particularidad. Mientras otros pequeños disfrutaban de sus juguetes, él prefería alinear latas que sacaba del bajo mesada. Pasaba largos ratos hipnotizado por el giro del tambor del lavarropas y, en la plaza, evitaba las hamacas y jugaba en soledad.

En una consulta con el pediatra, le expresaron sus preocupaciones y este los derivó a un neurólogo infantil, quien ordenó una serie de estudios y mencionó por primera vez la posibilidad de autismo. No era un diagnóstico definitivo, pero la incertidumbre fue suficiente para sumir a la familia en un torbellino de miedo y angustia. Semanas después, la sospecha se confirmó: Juan tenía autismo. Sin embargo, los médicos les dieron una esperanza: a su edad, el diagnóstico estaba “escrito con lápiz”. La evolución de Juan dependería de la atención temprana y los tratamientos adecuados.

En ese momento comenzó otro desafío: sortear la burocracia para conseguir la cobertura de la obra social y encontrar los profesionales indicados. Finalmente, Juan pudo acceder a sesiones diarias de terapia. Fonoaudiología para estimular su lenguaje, psicología para trabajar sus emociones y terapia ocupacional para abordar su hipersensibilidad. Cada día traía un reto nuevo. Los ruidos fuertes lo angustiaban, caminaba en puntas de pie y su alimentación se limitaba a fideos blancos. Los eventos sociales se volvieron complicados: en una reunión familiar, el canto del “feliz cumpleaños” lo hizo llorar desconsoladamente y sus padres tuvieron que irse.

Aprender a comprenderlo fue un proceso para todos. Descubrieron que una rutina estructurada le daba seguridad y que anticiparle los cambios con pictogramas hacía que los aceptara mejor. Con el tiempo, Juan comenzó a comunicarse a través de imágenes y, poco a poco, empezó a imitar palabras. La entrada en el jardín de infantes fue un nuevo desafío. Un entorno desconocido, nuevos compañeros y un sinfín de estímulos. Para hacerlo más llevadero, ingresaba unos minutos después y salía antes que los demás, siempre con su acompañante terapéutica.

Hoy, con 5 años, Juan ha avanzado mucho. Aún tiene dificultades, pero se comunica mejor, disfruta de los cumpleaños sin crisis y ha ampliado su repertorio de alimentos. Sus padres saben que quedan muchos desafíos por delante, pero también muchas victorias. Han pasado 1000 días desde aquella primera consulta. En este tiempo, no solo Juan ha aprendido, sino también su familia, sus maestros y sus compañeros. Y todavía quedan muchos 1000 días más para seguir aprendiendo con Juan, de Juan y para Juan.

La historia de Juan no es única. Muchos niños presentan señales tempranas del espectro autista, pero sin una detección oportuna, su acceso a tratamientos puede demorarse. Aquí es donde la mirada atenta de los padres y el acompañamiento profesional hacen la diferencia. No fue fácil para su familia aceptar el diagnóstico. Sin embargo, su rápida reacción permitió que Juan recibiera las herramientas necesarias en el momento adecuado. Lamentablemente, no todos los niños tienen esta oportunidad. La burocracia, la falta de información y la escasez de especialistas pueden hacer que se pierdan valiosos años en los que el cerebro es más receptivo a los estímulos.

Por eso, es fundamental hablar sobre la detección temprana, garantizar un sistema de salud accesible y luchar por los derechos de los niños con autismo. Porque cada pequeño avance, cada palabra pronunciada y cada miedo superado es un paso más hacia la inclusión y una mejor calidad de vida.

Directora de la diplomatura en Trastornos del Lenguaje Infantil de la Universidad Austral; coordinadora del área del Lenguaje del Hospital Universitario Austral

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/los-mil-dias-de-juan-nid31032025/

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