Milei amenaza y se aleja de la libertad que pregona
“Pero el mundo cambió. Elon (Musk) no está solo. Los que luchamos por la libertad ya no estamos solos. Somos millones. Y ahora también recuperamos la tierra de la libertad que estaba en sus ma...
“Pero el mundo cambió. Elon (Musk) no está solo. Los que luchamos por la libertad ya no estamos solos. Somos millones. Y ahora también recuperamos la tierra de la libertad que estaba en sus manos, gracias a nuestro querido Donald Trump. No sólo no les tenemos miedo. Sino que los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la LIBERTAD. Zurdos hijos de putas tiemblen. La libertad avanza. VIVA LA LIBERTAD CARAJO”.
Así, sin comas y abusando de la letra mayúscula, se expresó en su cuenta de X el presidente de la Nación, Javier Milei, en su afán por defender al empresario Elon Musk que había sido criticado por saludar con el brazo derecho extendido cuando asumió como funcionario de la administración de Donald Trump en EE. UU. Si bien el gesto de Musk no fue el más feliz, porque dejó abierta una interpretación por su parecido al clásico saludo de los partidarios de la Alemania nazi, esta vez los libertarios bebieron de su propio veneno, porque los opositores argentinos le hicieron creer en las redes sociales algo que seguramente no era tan representativo y real. Los partidarios de Milei parecen considerar que en las redes está permitido decir de todo, salvo que crean que solo ellos pueden determinar qué es verdad o qué es una “chicana” o una broma política.
Pero si hay alguien que no puede decir lo que quiera en las redes sociales sin hacerse cargo del mensaje es quien ejerce un cargo político con responsabilidad institucional, como el presidente de la Nación, y Javier Milei lo es, cuando amenazó a quienes no opinan como su gobierno o manifiestan otra ideología, al decirles que los iban a ir a buscar y les advirtió que tengan miedo. “Tiemblen”, señaló.
El mensaje de Milei no tiene matices y fue quizás el más amenazante a la libertad que gozamos los argentinos desde que recuperamos la democracia, al asemejarse más a los modelos autoritarios y violentos. Milei es presidente de un país republicano que está en las antípodas del dictador venezolano Nicolás Maduro, que suele amenazar de la misma manera a los opositores y lo que es peor, cumple con sus amenazas. ¿Quién garantiza que lo de Milei sea solo una bravuconada y no lo vaya a cumplir? Porque al Presidente hay que tomarlo en serio, de lo contrario estaríamos frente a una irresponsabilidad mayúscula, porque no se puede jugar así con las palabras desde la mayor investidura institucional que se otorga a un ciudadano elegido a través de la voluntad popular. Ahora que abrió el debate, entonces es necesario saber: ¿a quién o a quienes van a ir a buscar? ¿para qué los van a buscar? ¿por qué deberían tener miedo esos ciudadanos? ¿Usarán fuerzas de seguridad? Esta última pregunta deberían contestarla la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el ministro de Defensa, Luis Petri, quienes desde el Pro y la UCR encabezaron las críticas -y con razón- contra Cristina Kirchner cuando decía “vamos por todo”. Sin embargo, esta amenaza del Presidente es decididamente más grave.
Recordemos un hecho histórico, a modo de ejemplo, porque más allá de los vaivenes políticos en democracia siempre deben prevalecer los derechos civiles y humanos. El 2 de diciembre de 1954, el Senado de los Estados Unidos sancionó por amplia mayoría una moción de censura contra el senador Joseph McCarthy por haberse excedido en su rol presidiendo el Comité de la Cámara alta sobre Operaciones Gubernamentales, desde donde hacía sus infames audiencias ante sus acusados de pertenecer o adherir al Partido Comunista. Muchos actores, dramaturgos, intelectuales y hasta militares sufrieron el acoso inquisidor de McCarthy. Un claro ejemplo fue Charles Chaplin, obligado a exiliarse como tantas otras personas públicas. Así fue como su tendencia a perseguir supuestos comunistas pasó a ser mundialmente conocida como “macartismo”. Pero en el mismo país de la libertad, como llama Milei a Estados Unidos, supieron poner fin a ese atropello a los derechos cívicos y sancionaron a McCarthy por ser “contrario a las tradiciones del Senado”, terminando con su carrera política, y eso sucedió en plena “guerra fría”, Allí primaron los derechos garantizados en la Constitución ante cualquier aventura trasnochada de un político mediocre. McCarthy lo era. Se aprovechó de la coyuntura para ejercer persecución política sobre quienes, a su antojo, consideraba simplemente sospechosos.
En un sistema democrático serio deberían llover los pedidos de legisladores, jueces y juristas, entidades civiles pidiendo que el Presidente se retracte o responda esas preguntas. Porque amenazó desde una red social a todo aquel que no piense como él y su gobierno, sea político, empresario, periodista o un ciudadano de a pie, a quienes pone en eventual peligro porque su liderazgo no controla a todos y cada uno de sus fanáticos y seguidores que podrían cumplir con esa amenaza. Y lo más riesgoso es eso: que se pueda instalar la violencia política a partir de la verborragia de Milei, para quien un “zurdo” es todo aquel que no se sume al supuesto cambio que él mismo propaga, no importa en realidad su ideología sino su posición respecto al gobierno.
El Presidente se siente un abanderado del antiwokismo, y considera que el consenso social que reúne hoy le permite sobrepasarse de sus atribuciones y al mismo tiempo hablar de libertad. A un liberal de estirpe, que jamás imaginó que hoy podría ser encasillado como un promotor de la cultura woke, François-Marie Arouet conocido como Voltaire -para muchos el primer arquetipo intelectual de la Europa moderna-, se le adjudica una frase que nunca se publicó: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo” un mensaje que, más allá de autorías, representa un principio básico de todo aquel que cree y trabaja porque las sociedades sean más libres, debatiendo en el disenso pero jamás prohibiendo, persiguiendo o castigando a quien piensa distinto.
Gritar “¡Viva la libertad, carajo!” es plausible tanto para este presidente o para cualquiera, pero para que la frase tenga sentido hay que darle contenido honrándola con hechos y acciones que vayan en la misma dirección. Todo lo contrario hizo el presidente con su último y repudiable mensaje.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/milei-amenaza-y-se-aleja-de-la-libertad-que-pregona-nid23012025/