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Navarro Montoya, el símbolo de Boca que dirige a su hijo arquero lejos del fútbol de primera: “Hay que desdramatizar”

La Copa Argentina abre lugar a historias maravillosas. Clubes humildes, futbolistas desconocidos que vienen de abajo, otros célebres que se corrieron de las luces del gran escenario de la pelota, ...

Navarro Montoya, el símbolo de Boca que dirige a su hijo arquero lejos del fútbol de primera: “Hay que desdramatizar”

La Copa Argentina abre lugar a historias maravillosas. Clubes humildes, futbolistas desconocidos que vienen de abajo, otros célebres que se corrieron de las luces del gran escenario de la pelota, ...

La Copa Argentina abre lugar a historias maravillosas. Clubes humildes, futbolistas desconocidos que vienen de abajo, otros célebres que se corrieron de las luces del gran escenario de la pelota, entrenadores de diversos currículums e hinchas que transitaron distintas tribunas del país, aspiran a protagonizar situaciones propias de los cuentos del Negro Fontanarrosa. Cuando las instituciones más modestas se cruzan con las poderosas, es frecuente apelar a la figura bíblica de David contra Goliat, aludir a la épica de batallas que ocurrieron en distintos momentos y sitios a lo largo del tiempo, hacer analogías con estrategias militares o comparar a protagonistas con próceres. Quedar en los libros, en este caso de fútbol, es el propósito de Santamarina de Tandil, el club del Federal A que dirige Carlos Fernando Navarro Montoya, el ex arquero e ídolo de Boca.

El Mono, un apasionado del fútbol, es también un amante de la historia y de la lectura, al punto de tener la certeza de que su camino hubiera estado ligado a la docencia si no se hubiera puesto los guantes: “La lectura te permite conocer aquello que no podés por una cuestión de presencia física. Con la lectura se viaja, se aprende, se achican fronteras y se tienen emociones. Tener curiosidad y un buen libro al lado ayuda a adquirir conocimiento”, enfatiza el entrenador en su charla con LA NACION, en la previa del duelo con Racing, suceso que considera “muy estimulante. Es un compromiso que genera mucha ilusión y que se disfruta. Racing es un equipo muy completo, campeón continental, con un gran plantel, variantes y un entrenador que conoce muy bien a la institución”.

Sinónimo de Boca, el actual entrenador de Santamarina protagonizó una historia de alto impacto ante la Academia, cuando el 22 de diciembre de 1988 una bomba de estruendo cayó cerca suyo en el Cilindro, donde Racing –líder- y el Xeneize –escolta- igualaban sin goles por el Campeonato de la temporada 88/89. El partido se suspendió y se le dio por ganado a Boca, con el agravante del descuento de dos unidades al club de Avellaneda, cuyos hinchas afirmaban que la agresión provino de infiltrados de La Ribera dentro de su tribuna. “Todavía algunos hinchas de Racing me lo recuerdan y reprochan, como si yo hubiera tenido la culpa. Siempre les digo ‘yo no soy el culpable, sino el que tiró el petardo’. Soy muy respetuoso de su hinchada, ¡mis mejores amigos son de Racing!”, afirma el técnico de 59 años, quien entiende que “mientras no haya violencia, es normal la mención”, y propone: “Hay que desdramatizar el fútbol, no todo es violencia, descalificación o agresión. El fútbol argentino es un espectáculo formidable y abogo por el regreso de las dos hinchadas, es el reflejo de la pasión tan especial que tenemos”.

La pasión por el fútbol atraviesa a la familia del Mono. Hijo de un arquero profesional como Ricardo Jorge Montoya, Carlos Fernando también es papá -y ahora entrenador- de otro guardavalla, Ezequiel, quien se incorporó al plantel de Santamarina en este mercado de pases: “Dirigir a mi hijo es fenomenal dentro de toda esta experiencia que estoy disfrutando en Santamarina, un club que aspira a ascender y en el que trabajamos buscándolo. El vínculo que hay entre padre e hijo no se ve disminuido ni debilitado aunque tengamos una relación de entrenador y futbolista. Sabemos cuáles son nuestras obligaciones y exigencias. Como somos una familia de futbolistas, no es algo nuevo para nosotros, mamamos el fútbol desde pequeños. Es un arquero muy completo, con una muy buena edad (27 años) y está consolidado”.

Así como Ezequiel buscará dejar su huella en el arco de Santamarina más allá del apellido, el Mono había aprendido desde muy joven que cada arquero tiene que construir un perfil propio. Se lo enseñó Juan Carlos Lorenzo, quien lo mandó a cambiarse cuando vio que Carlos estaba vestido de forma idéntica a la del Hugo Orlando Gatti, su ídolo y referente del puesto. A propósito de la salud del Loco, internado tras una cirugía de cadera y una complicación respiratoria producto de un virus, Navarro Montoya está muy pendiente del cuadro, que al cierre de esta nota tenía señales favorables.

“Estoy en contacto con Lucas, su hijo, y dentro del contexto complejo de Hugo pareciera que hay una mejoría. Ojalá ese cuadro positivo se acentúe y que el Loco pronto pueda estar recuperándose en su casa”, cuenta el Mono. “La manera de jugar de los arqueros hoy nos dio la razón a aquellos que lo hacíamos así muchos años atrás, partiendo del primer arquero-jugador que fue Amadeo Carrizo y que también tuvo como un enorme exponente al Loco”, sintetiza sobre el legado de un estilo.

Gatti, que ostenta el récord de mayor cantidad de penales atajados en el fútbol argentino (26), atajó el remate decisivo de Vanderlei, de Cruzeiro, en la primera Copa Libertadores que ganó Boca, en 1976, mientras que el Mono desvió el tiro de Luis Fabián Artime, de Independiente, en la coronación xeneize en la Supercopa de 1989, en Avellaneda. Los remates desde los once metros, emparentados con distintas gestas del club, resultaron la pena máxima en la última Copa Libertadores, de la que el equipo dirigido por Fernando Gago se marchó prematuramente ante Alianza Lima. Esa jornada quedó marcada por la llamativa circunstancia de que Agustín Marchesín pidiera el cambio para que Leandro Brey fuera al arco en la tanda decisiva, situación que analiza Navarro Montoya: “Me dio la impresión de que estaba hablado y que Agustín fue a consultar si lo iban a llevar adelante. Pero como el partido estaba en un momento confuso, me parece que se pasó por alto. Creo que hablaron antes. Marchesín tuvo una actitud muy altruista porque privilegió lo que entendió como beneficio colectivo antes que a seguir jugando.

-Llamó la atención que Brey estaba sin los guantes y sin entrar en calor, lo que generó controversia...

-Es cierto. Eso podría desmentir lo que yo percibí, pero a la hora de analizarlo creo que pasa que en un contexto de un partido como se dio aquel, uno entra en un estado de inconsciencia colectiva de pasar por alto que se había hablado.

-Basile dijo que Boca es deportivo ganar siempre, ¿es el club en el que peor se transita la derrota?

-En la derrota en general se suele ser muy cruel con los futbolistas desde todos los ámbitos: medios de comunicación, hinchas, entrenadores, dirigentes. Por nuestra idiosincrasia creemos que la derrota no nos pertenece y siempre buscamos endilgarle esa derrota a otro. Y ese otro que tenemos más a mano es al futbolista, el gran protagonista de este deporte. Perder y equivocarse forman parte del juego. Debemos desentrañar ese demonio que convive con la palabra derrota: fracaso. El futbolista no fracasa: pierde. Al fracaso lo ligamos con la descalificación, con que “no sirve” el que perdió... Eso no quiere decir que no le vayamos a exigir. Y hay que sumar la repercusión que hay en las redes sociales, se genera una avalancha. La inmediatez es un gran enemigo del sentido común. Pero también el alcance de lo que ocurre ahí tiene que ver con el receptor de ese mensaje: hay que formar a los futbolistas -lo hacíamos en las Juveniles de Boca- para entender que muchas veces en las redes hablan desde el anonimato y por ende hay un uso de la violencia que no es el mismo que se tramite desde la tribuna con el hincha.

-Gago se quedó y el equipo empezó a lucir mejor en las últimas victorias, ¿qué lectura hacés?

-Siempre digo que los procesos hay que tratar de cumplirlos, más allá de la gran decepción que fue para Boca no avanzar en la Copa Libertadores. Obviamente que debe haber una autocrítica profunda de parte del cuerpo técnico y de los futbolistas para entender porqué se llegó a esa situación. A partir de ahí creo que se vieron cambios, sobre todo en conductas del entrenador y en un equipo más estable en su formación, sin tantos cambios. Es lo que teorizo desde afuera: hubo cambios positivos. Y creo que eso habla bien del cuerpo técnico. Y se ve un equipo que a partir de la continuidad va mostrando un crecimiento. Si Boca repite con continuidad muchos pasajes de lo que vi contra Defensa y Justicia, tiene todo para ser un gran equipo. Y tiene a (Edinson) Cavani, el mejor jugador de nuestra Liga: todo lo que hace está empapado de categoría. Desde el mínimo movimiento de desmarque a cómo marca los pases, su despliegue es admirable y está enseñando todo el tiempo cómo se debe jugar a la pelota. Es de una categoría que ha jerarquizado al fútbol argentino.

-¿Hasta desde el discurso ves un cambio de postura en Gago?

-Gago conoce al club. Cuando uno llega, el compromiso y la responsabilidad es que Boca pelee hasta el final todo lo que disputa. Gago lo sabe aunque le haya tocado un camino de espinas en el inicio de su proceso. Ojalá Boca siga por la senda de los últimos partidos porque coronar con un título sería extraordinario. Me llamó mucho la atención todo lo que se habló en la previa a Boca-Rosario Central, porque había como una vertiente que planteaba que la Bombonera iba a ser un caos y que insultarían a los futbolistas y al entrenador todo el tiempo: eso es desconocer al hincha de Boca. Por supuesto que iba a haber reproches porque la exigencia es muy grande, pero quedó demostrado que para el hincha de Boca no hay nada más importante que la camiseta. El apoyo, más allá de algún reproche particular, fue conmovedor. Eso es Boca.

-¿Todo ese run run sobre lo que podía ocurrir tiene un trasfondo político contra la figura de Riquelme?

-Por supuesto que la figura de Riquelme divide. Román ganó claramente las elecciones, pero un porcentaje del electorado votó a otra opción y es normal que cuando llegan las derrotas se quiera puntualizar sobre la figura suya. Son cuestiones que en Boca existen y el jugador y entrenador del club deben saber convivir con eso. Ratifico que más allá de algunas cuestiones que puedan optimizarse o de algún error, la gestión de Riquelme desde que llegó al club es buena. Sobre todas las cosas porque hay cumplido con el cambio de fisonomía que prometieron. No ha tenido éxito en los torneos internacionales, más allá de haber llegado a la final de la Copa Libertadores 2023, pero la gestión de Riquelme y Ameal ha sido buena. Y no tengo dudas de que el gran objetivo de Boca es la ampliación de la Bombonera. Está claro que mayoritariamente la gente quiere que el estadio siga siendo la Bombonera. Hay que buscar los caminos para ampliar y que miles y miles de hinchas más puedan estar ahí.

En el campo de juego del templo xeneize brilló –como en todas las canchas- Diego Maradona, con quien el Mono compartió plantel. “No te va a contestar, Armando”, frase del arquero cuando intentaba convencer al Diez de dejar de insultar a Javier Castrilli, árbitro del escandaloso 5-1 de Vélez ante Boca en el Clausura 96, en Liniers, se volvió icónica. Lejos de la sonrisa que puede evocar en los futboleros aquella reacción, en la actualidad se espera que la Justicia encuentre respuestas sobre las circunstancias en las que murió el astro, el 25 de noviembre de 2020.

En pleno desarrollo de la causa penal en la que siete personas están imputadas por homicidio simple con dolo eventual, Navarro Montoya rescata “un gran respeto y afecto por Claudia (Villafañe), Dalma y Giannina”, a la vez que remarca que Diego vive: “Está presente en todos los rincones, su magnitud obvió aquello de la ausencia física. En Tandil, a la vuelta de donde estoy, hay un mural inmenso. Y en la puerta del estadio de Santamarina, también. Diego tiene una presencia permanente. Reunió a todos los argentinos a través de la emoción, entonces ese vínculo no se corta con su partida. Al contrario: se acrecienta y magnifica. Agradezco que haya dirigido en el país, recibió cariño en cada estadio. Ese homenaje permanente seguramente alimentó su alma y fue un premio merecido porque hizo feliz a mucha gente”.

Los detalles que revelaron los fiscales y los primeros testigos que declararon en el juicio por la muerte de Maradona impactaron. Mientras se reflota cómo fueron aquellas fatídicas últimas horas, se plantea nuevamente cómo estaba anímicamente el eterno capitán de la selección, quien en distintas etapas había asistido a ex compañeros que atravesaron cuadros depresivos, como el Moncho Monzón (dijo “Diego me salvó la vida”) y Julio César Toresani, cuyo suicidio -en 2019- había sido lamentado por el Diez.

La salud mental de los jugadores fue noticia otra vez la semana pasada, cuando Alejandro Donatti, ex Racing, Central y San Lorenzo, contó que tuvo “una depresión severa”. En ese contexto, para Navarro Montoya “jamás hay que escindir a la persona del futbolista” y evalúa que hay que “atacar el tema” desde Juveniles: “No tenemos que acordamos cuando pasa algo con un futbolista que deja la actividad, hay que hablar desde la etapa formativa, debe ser una prioridad en la formación y en la carrera. No hay que deshumanizar al futbolista”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/navarro-montoya-el-simbolo-de-boca-que-dirige-a-su-hijo-arquero-lejos-del-futbol-de-primera-hay-que-nid23032025/

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